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Los Anti-Extraditables: el eco de la música para borrar el estruendo del narcotráfico
Crónica en alianza con Hodson Entretenimiento
«Me declaro en contra de Los Extraditables, y por consiguiente, en contra de todo lo que eso significa»
Ricardo Gnecco
Por, Olugna
Un Boeing 727-21 despegó a las siete y trece del Puente Aéreo de Bogotá rumbo a Cali. Jamás llegó a su destino, sus 107 pasajeros tampoco lo hicieron. Esa mañana del 27 de noviembre de 1989, el HK1803 –de fuselaje rojo y de letras blancas– explotó en el aire, el estruendo sacudió el Cerro Canoas, ubicado en el municipio de Soacha. La noticia no tardó en llegar a la radio.

Por aquella época en nuestros oídos el eco del estruendo retumbaba con una frecuencia absurda, se paseaba a su antojo por entre calles y avenidas; sacudía edificios, volcaba autos, apagaba vidas, derrumbaba aviones. No había lugar seguro, la tragedia se paseaba de la mano con la muerte, la desgracia se camuflaba entre el fútbol y la farándula.
Muchos no teníamos la edad suficiente para comprender la dimensión de lo que pasaba a nuestro alrededor, en muchos de nosotros el recuerdo de aquellos días ya no está. Sin embargo, en la memoria de los huérfanos que dejó, ese estruendo –quizás– retumbará por siempre. Finalizaba la década de los 80, los niños de entonces, aún no llegábamos a los 10 años.
La huella del narcotráfico que permeó todas las esferas de la sociedad, como la de la violencia que atravesó campos y ciudades, escribió un capítulo definitivo –cruento y devastador– en la historia de Colombia –país que ha aprendido a sobrevivir en medio de sus desgracias–, pero en el que algunos de sus habitantes rinden culto a los nombres que dejaron en la vida de miles de inocentes, una cicatriz que llevarán por siempre.
Esos nombres, Los Extraditables, los mismos que alcanzaron peldaños en la política y que preferían una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos, encontraron en el narcotráfico una forma de vida; una parte de la sociedad hizo de su imagen una leyenda; la televisión, el cine, el comercio y otras esferas, hicieron de este, una cultura; el estigma internacional, permitió que se instalara como una insignia que nos identificaba como colombianos.

Ricardo Gnecco, nacido en la Cali de los ochenta, fue uno de esos niños que tuvo que crecer con el eco que el estruendo del narcotráfico dejó en el país. Creció en medio de la violencia y de esa cultura que reivindicaba a los narcotraficantes y sicarios como unos bad boys –esos rock stars de la mafia– a los que había que rendirles culto. Sus años de infancia en la capital de la salsa, también los vivió en compañía de los sonidos del rock en español, que por aquella época empezaban a ganarse un espacio en el espectro radial colombiano.
Inquieto por las guitarras que escuchaba de Hombres G y Los Prisioneros, Ricardo descubriría un talento que hoy en día no considera como innato, pero que empezaba a mostrase, por aquellos años, como un camino que habría de convertirse en la materialización de sus emociones. Desde allí, el rock ha sido esa banda sonora que le ha puesto música a las diferentes etapas de su existencia; desde el colegio hasta su vida profesional, en él ha encontrado un canal de expresión y una extensión de su identidad.
Doce-04, agrupación que formó en compañía de Camilo Barón, fue su primera experiencia en el camino del rock. Dicho proceso dejó una producción discográfica y se extendió hasta 2014. Rebelde, inconforme y con el deseo de encontrar una identidad propia, cinco años después –esta vez como solista– dio vida a Los Anti-Extraditables, proyecto cuyo nombre manifiesta su oposición a la organización criminal que los jefes del narcotráfico conformaron en los 90’s, para presionar al gobierno, a través del terror que lograron sembrar con su estruendo en las calles.
«Me declaro en contra de Los Extraditables, y por consiguiente, en contra de todo lo que eso significa», expresa Ricardo Gnecco en su video de presentación.
La hipocresía que se respira en redes sociales, la mediocridad artística que ha llegado con el mainstream; la indiferencia y la doble moral de los individuos; la corrupción, la violencia y la decadencia social, son retratadas por la agrupación sin indulgencia, a través de la conjunción de diversos ritmos. Los Anti-Extraditables, termina siendo, ese espejo donde la sociedad Latinoamérica puede verse reflejada desde su esencia más pura y oscura.
La identidad musical de Los Anti-Extraditables, transita con libertad por diversas posibilidades rítmicas; sus canciones, bien pueden ser atravesadas por el sabor latino de la salsa, la alegría del ska o por el enfado del punk; sus letras –entre la ironía y el sarcasmo– permanecen ajenas a los buenos modales y no conocen la censura. Son composiciones honestas y viscerales se expresan a través de una estética sonora.
Radicado en Indianápolis desde hace siete años, Ricardo no desconoce esa esencia latina que se manifiesta en su expresión musical. Orgulloso de su origen y consciente de la realidad que se respira en Colombia, no permanece callado, tampoco se esconde en la comodidad de la indiferencia. Todo lo contrario, se podría afirmar que sus canciones son el reflejo de la impotencia que despierta ese crudo relato nacional.
Autor de la novela Contrapunto, libro que narra la historia de un hombre con un talento –que no quiso tener– por la música, Ricardo encuentra en la música y en la literatura, un lenguaje que interpreta sus emociones y –por qué no– un escape al peso de la cotidianidad.
Ricardo regresará a Colombia el próximo mes, para realizar una gira por diversos escenarios en la ciudad de Bogotá.
Los Anti-Extraditables | Redes Sociales
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Xavier: «la materialización de un sueño a través del rock»
Crónica Ad
Xavier también es una exploración musical, un juego de colores y de ritmos que encuentran en el rock una base sólida y en la fusión de sonidos una identidad
(Toronto, Canadá)
Por, Olugna
En el papel había sido retratado un hombre alto, de lentes y barba, quien detrás de un bajo y rodeado por dos amplificadores hacía realidad un sueño a través del rock. Dicho retrato era la captura que dibujaría su pequeño de siete años sobre la presentación que acababa de realizar su padre ese 3 de agosto de 2016 en una de tantas tarimas en las que ha participado. Su hijo, sin saberlo, le estaba enviando una señal para comenzar otra etapa en su amplia trayectoria musical. No había dudas, a partir de este instante, el músico colombiano radicado en Toronto desde hace 14 años, se preparaba para aceptar la invitación que le hacía el destino para seguir un nuevo rumbo, esta vez, bajo el nombre de Xavier.

Como muchos artistas, Javier Gutiérrez se acercaría a la música cuando apenas era un niño. Bastaría con ver a su padre interpretar la guitarra para que sintiera esa curiosidad de interpretar ese instrumento, símbolo de diversos géneros musicales, pero que en el rock ha forjado leyendas que han dejado su legado en el tiempo.
Su primer acercamiento real con la guitarra se dio cuando Javier, zurdo de nacimiento, llegó a la adolescencia. Sin reparos, el chico de 12 años, aprendió a adaptarse a ella con la con la mano contraria y a través de cancioneros adquiriría sus primeras nociones técnicas básicas.
Javier, en Led Zepellin, descubriría el amor por el rock. Gracias al grupo británico se despertó la inquietud de acercarse a la batería, instrumento en el que se formó durante tres años. También, gracias a las lecciones de literatura recibidas durante la época de colegio, se acercaría a otra pasión que lo atraparía de por vida: la literatura. Entre Homero, Mark Twain, Pablo Neruda, entre otros autores, el artista encontraría la conexión entre las dos expresiones que no tardarían en convertirse los ejes fundamentales de su trayectoria.

Aquellos primeros pasos –aun durante la etapa del bachillerato– dieron origen a Gelatina, proyecto que alcanzaría a grabar un acústico con cuatro canciones propias en una emisora juvenil del F.M., mismo que ahora forma parte del extenso baúl de recuerdos en la carrera musical de Javier.
Se acercaba el final del milenio y con este, el deseo creciente de Javier por probar suerte, junto a su novia –o musa como él la llama–, en Groton, Connecticut. Allí, en las tierras del Tío Sam, lejos de su tierra y con la mirada fija en un sueño, Javier compraría una guitarra, con el fin de acercarse de alguna forma a la música.
—Use más de la mitad del dinero que traía en mi mochila para comprarme una guitarra. Busqué cómo involucrarme en la música, participando en el coro de una iglesia, también hice arreglos musicales para una banda cristiana de salsa—. Explica Javier.
Sin embargo, sería en Toronto, donde su carrera musical sufriría una transformación definitiva con miras hacia ese sueño que se dibujaba para él a través del rock n’ roll.

—Allí me encontré con un músico y amigo del alma, Mauricio Moreno. Él también había realizado sus primeros pasos artísticos en Colombia participando en diferentesproyectos—. Agrega el artista.
Los primeros pasos para los dos músicos sería en la composición musical de algunos cortometrajes. Más adelante, se abriría la oportunidad de participar, bajo el nombre de Audio Ritual, en un pequeño festival y de esta manera darse a conocer en el país con la recién formada agrupación. Inquietos por explorar diversas posibilidades, Javier, Mauricio y otros artistas latinos radicados también en Canadá, darían comienzo al Rock Your Spanish, evento que lograría extenderse por cuatro años en igual número de versiones.
La presentación realizada ese 3 de agosto de 2016, sería para Javier el fin de una etapa en su trayectoria musical y daría comienzo a una nueva, esta vez, bajo el nombre de Xavier, la cual surgió como epifanía a través del dibujo realizado por su pequeño hijo y con el que, además, rinde homenaje a su compañera de vida, misma que ha estado presente en todo momento en la vida del artista desde la adolescencia.
Xavier también es una exploración musical, un juego de colores y de ritmos que encuentran en el rock una base sólida y en la fusión de sonidos una identidad. La realidad, las vivencias más íntimas y las emociones internas del artista son materializadas en canciones que trascienden más allá de la estética para entregar, de manera sutil, un concepto.

Brebaje Vol 1/2, sería el primer EP con el que Xavier se presentaría oficialmente en el mercado musical, el cual está integrado por seis canciones, entre las que se incluye el tema homónimo a la producción y que ha acompañado al artista durante toda su carrera.
Fiel a esa esencia latina que se riega por las venas y que se manifiesta en la cotidianidad de los nacidos en esa parte del continente, que ha sido atravesada por sonidos caribeños, africanos y folclóricos, la propuesta de Xavier conserva esa textura musical que dota de identidad a cada una de sus canciones.
—Es imposible desligarte del ADN Latino. He aprendido a explotar mejor esas cualidades y ese orgullo que te obliga a hacer lo que sea para sacar la familia adelante. También, ese positivismo que enriquece a los demás. El Latino siempre desea aportar algo y –por qué no– ser centro de atención—. Señala.
Brebaje Vol. 1/2 contó con la participación de reconocidos músicos colombianos: Mauricio Montenegro, baterista de Aterciopelados; Sergio Lozano, quien formó parte de Pasaporte y Chato Rivas, exbajista de La Derecha quien, además, ha colaborado con Shakira, Maia, entre otros y que en este trabajó también participó como productor.
La pandemia provocó una ruptura en la dinámica de producción y grabación que venía adelantado Xavier, quien logró adaptarse a sus compañeros de agrupación y a ese nuevo esquema de trabajo, para así continuar con la labor hasta el momento realizada.
Brebaje Segunda Mitad, es la otra parte del EP inicial, la cual explora con otras posibilidades, pero al mismo tiempo conserva el concepto que identifica la música de Xavier.
—Es la misma esencia de lo que soy yo, pero hay muchos más sonidos, mucho juego de voces. Es una producción mucho más grande. También es conjunción de ideas transmitidas a la distancia.

Al igual que la primera parte, Brebaje Segunda Mitad cuenta con la participación de grandes exponentes del rock nacional. En esta producción, además de la compañía de los músicos anteriores, Xavier invitó a Alfredo Neira, quien intervino como ingeniero de sonido y productor.
Si bien Xavier no lo menciona directamente, ni en la composición musical es un factor evidente, Brebaje Vol. ½ y Brebaje Segunda Mitad, son trabajos que pueden interpretarse como conceptuales, teniendo en cuenta que entre ellos hay un hilo conector que ha dado inspiración a cada una de las canciones, las cuales retratan momentos significativos en la vida del artista.
Xavier, de esta manera, continúa con un proceso musical que inició hace más de 20 años y que a hoy es la materialización de un sueño a través del rock.
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