Te abrazo con la fuerza de quien se aferra a su última oportunidad.
Por, El Poeta Ebrio
Estamos desnudos, de rodillas sobre la cama.
Me tomo un tiempo para observarte, miro en tu rostro esa leve mueca que se dibuja en el lado izquierdo de tu boca cuando estás excitada, dejo deslizar mis dedos sobre tus mejillas.
Estás desnuda frente a mí una vez más, lo has estado muchas veces; pero hoy es diferente, tu mueca tiene algo distinto y no sé qué es.
Empiezas a masturbarte, respiro en tu cuello, te rozo con mi lengua; tu respiración está agitada y el deseo de poseerte me habla al oído con voz de demonio.
No resisto. Al tiempo que bajo mi mano hasta tu entrepierna meto mi lengua en tu boca; quiero estar dentro de ti. ¡Ya! Ahora, aquí y para siempre. No quiero salir nunca de tu cuerpo.
Pido que te des vuelta, te empujo y quedas doblada sobre la cama; te tomo con fuerza, te halo el pelo y te embisto con la furia e impotencia que me despierta el saber que nuestros cuerpos no son suficientes para amarnos y poseernos.
Tú y yo no somos tan diferentes, nos gusta poseer almas.
Gritas, grito, gimes, pides más, sudo; te penetro con fuerza, Lloras; te tomo del pelo, enderezo tu espalda, te traigo hacia a mí y te susurro al oído.
Te lleno de mí, siento tu humedad y te abrazo con la fuerza de quien se aferra a su última oportunidad.
De rodillas, desnudo sobre mi cama trato de abrazarte, mientras que te desvaneces entre mis manos.
El llanto me sumerge en mi soledad, e igual que la noche, tu recuerdo se esfumó con la madrugada.