Un Mundo Indiferente

No conocía La palabra paz desde que tenía memoria, existieron miles de verdugos a su alrededor, cada uno dejando una huella en el lapso de tiempo que estuvo en su vida, aunque hubo más testigos mudos de todos  los acontecimientos.

Por, Yajaira Rodríguez

Cada noche lloraba sus desgracias, su almohada era el único testigo de las heridas que dejaban en su corazón aquel rechazo y palabras hirientes de personas que ni conocía, peor aún las acciones de aquellos a quienes tanto amaba. Miradas de burla y asco, risas que atormentaban sus momentos de soledad. No conocía La palabra paz desde que tenía memoria, existieron miles de verdugos a su alrededor, cada uno dejando una huella en el lapso de tiempo que estuvo en su vida, aunque hubo más testigos mudos de todos  los acontecimientos. Un mundo cegado por la indiferencia  atestiguó  cómo poco a poco se terminaba con la vida y el amor de un ser inocente, que aún no entendía que la realidad puede ser bastante cruel y aterradora. Se moría de miedo cada vez que alguien se acercaba, pues su cuerpo e inconsciente ya guardaban una historia  que relataba todo su horror.

Año tras año fue pasando, en cada uno de ellos se quedaba una parte de su alma, hasta llegar al punto de quedarse totalmente vacío, era un zombi que caminaba por las calles, en este ser que un día fue todo amor y esperanza, quedó congelado todo  sentimiento o emoción, convirtiendo en un gran trozo de hielo su corazón.

Gritó cada día por auxilio, lo demostraba en sus palabras, en sus acciones, en aquellos ojos tristes y esa sonrisa inexistente, cada persona a la que rogó por ayuda sólo miró con lástima la situación, pero en cuestión de segundos volteaba la cara y seguía su camino. Muchos otros le culparon asegurando que sólo era su imaginación, lograron hacer dudar a su mente, creyó ser responsable del dolor.

Aborreciendo su existencia creó una razón para seguir, destruir por completo lo que quedaba de su persona. Ya no era mucho, sólo aquel cuerpo que mantenía su vida. Así, con una decisión clara, se enfundó en una gran armadura de hierro, dejando los espacios necesarios para su  tortura. Se despreció y maldijo, castigándose de toda manera posible como pago por  todos sus errores, entre ellos el principal fue su existencia.

Un día sintiéndose sin fuerza alguna para buscar más maneras de torturarse y viendo que la armadura se había esfumado, con una gran tristeza en su corazón, tomó una última decisión, no sentía merecer el aire, ni los rayos de luz del sol, no quería estorbar más, prefería dejar de ser una carga para el mundo, sufría porque sabía que lo había intentado con toda su fuerza, hizo lo que pudo, pero jamás nada funcionó.

Cerrando sus ojos a la claridad, el llanto retenido oprimiendo su garganta, sintiendo como el aire ya no entraba bien a sus pulmones, en sus pensamientos la frase “se acabó”.  Dejando así su último suspiro, erradicó lo único que quedaba de su existencia en este mundo, su cuerpo.

Sus seres queridos lloraron y lamentaron su partida, no entendían su decisión, pero eso era algo hipócrita, pues estos fueron verdugos en su vida, y a la vez  se volvieron testigos silenciosos de su dolor, sólo obviaron su existencia, convirtiendo a una persona necesitada de ayuda en invisible, confirmando así que esa era la mejor decisión.

Esa alma dolida con aquellos que no supieron reconocer su valor, ya descansa de todos sus tormentos, encontrando  la paz que jamás tuvo, se fue sin ningún rencor, sólo la culpa de no haberlo hecho mejor, esperando que si existe otra vida, en esta pueda ser feliz.

 

A estas alturas de la vida no alcanzamos todavía a entender que nuestras acciones y palabras pueden llegar a cobrar vidas, en ocasiones no es nuestra intención lastimar, pero no sabemos que carga estamos poniendo en la espalda de los otros, no cuesta nada ser amable, brindemos nuestros brazos a aquellas personas necesitadas de consuelo, demos un rayo de luz y esperanza a aquellos en tinieblas, no hay nada más hermoso y gratificante que ver a una flor muerta renacer, como una flor de loto…

 

                                                                                               Por, Yajaira Rodríguez.

Jalisco (México).

 

 

Reseña del Autor

Mi Nombre es Eréndira Yajaira Figueroa Rodríguez,  tengo 23 años, soy mexicana, estudié derecho, pero mi pasión es la psicología. En realidad no tengo mucho que contar de mí, no quiero que me conozcan, mi intención es hacer que un mensaje llegue.

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

 

“Un texto que nos invita a la reflexión, la situación de miles de personas que, tal vez, sólo necesitan una sonrisa”.

Una vuelta de tuerca

Sheppard corría, después de haber robado ese almacén, tenía que hacerlo; llevaba esmeraldas, amatistas y un caro y precioso diamante en una pequeña bolsa.

Por, Irving Pacheco Gutiérrez

Capítulo 1. El escritor

“Bien, aquí vamos de nuevo, supongo que iré por marihuana mientras escribo, mejor alcohol, mejor ambos”.

 

15 minutos después…

 

Sheppard corría, después de haber robado ese almacén, tenía que hacerlo; llevaba esmeraldas, amatistas y un caro y precioso diamante en una pequeña bolsa. Un botín pequeño pero cuantioso, que logró sacar antes de que sonara una alarma. Sheppard quería sombras que lo ocultaran y sólo encontraba haces de luz hechos círculos. Unos matones, dueños de la luz buscaban a alguien con ella, querían ver, hallar algo, hallar al ladrón, a él.

Al final del bloque de bodegas  del que huía, tropezó con la visión de un bote amarrado al ( ______ ) a orillas del puerto, la noche lo cubría bien, pues las farolas no servían en esa zona, subió al bote y respiró con gran esfuerzo, tuvo un minuto de paz antes de que uno de sus cazadores lo enfocara con la lámpara.

— ¡Ahí está! — gritó uno. Dispararon.

“Creo no sirve, de cualquier modo, ni siquiera encuentro la palabra para la cosa con la que amarran los botes en el puerto, y ¿quién usa la palabra matones? Eso es demasiado de los setenta, pfff mala idea. Mejor empiezo de nuevo”.

Esta es la historia de un ladrón; por ahora, nos interesa la situación: está corriendo, robó gemas y se equivocó de víctima, media docena de mafiosos lo persigue por un bloque de bodegas cerca de un río, respira con dificultad y busca evitar las lámparas que con mucho ahínco lo buscan, sus dueños lo quieren, el botín es valioso y no dejarían que un ladronzuelo se los quitara con tan sólo el esfuerzo de sus piernas.

Por radio les anuncian que ha doblado hacia “la zona” un lugar donde salir río abajo para deshacerse de los cuerpos y que misteriosamente siempre tiene las farolas descompuestas, los impuestos no sirven en esa parte de la ciudad, al parecer. Ya lo tienen, sólo disparan.

“Mejor, pararé un rato e iré por cerveza”.

— ¿Entonces se muere? —

—Pero como sabré yo eso pelotudo, que escriba lo que quiera y que por mí termine la historia como le plazca—

¡Mierda! esto no es lo que yo quiero. Necesito decirle a Sheppard.

 

Capítulo 2. El aviso

— ¡Agáchate! — Gritó una voz.

Sheppard reaccionó por instinto y más que agacharse se tiró de bruces al río, “¿Qué está pasando?” Retumbaba su cabeza y una voz le alentaba, ¡Vamos! ¡Vamos!. Aún agitado, nadaba pegado al muro lleno de musgo, había una especie de flashes y sonidos sordos que interpretó primero como cañones y luego como silbidos  ya dentro del agua, “disparos” pensó con miedo y la adrenalina al mil por ciento.

—Escucha chico: quiere matarte—

— ¿Quién eres? —

— Quiere matarte, búscalo, tiene tu historia—

— ¿Qué? —

— ¿Pero de qué hablas? ¿Dónde estás?—

—Búscalo, calle Hawkins N° 31—

La voz desapareció, Sheppard se desmayaba, los perseguidores habían desaparecido por alguna extraña razón. “Tiene tu historia” se repetía en su cabeza.

Continuará…

 

Por, Irving Pacheco Gutiérrez

Alvarado (Veracruz, México)

 

 

Reseña del Autor

Irving Pacheco Gutiérrez  31 de Julio 1991. , Nace en Alvarado,  México  viviendo la mayor parte de su vida en Lerdo de Tejada, donde desarrolla el oficio de Auxiliar contable, nihilista y escritor de ocasión a raíz de una infancia interesada en libros y estudio por cuenta propia.

Autores favoritos: VIctor Hugo, Jhon Katzenbach, Italo Calvino, Anne Rice, Isaac Asimov, Thomas Mann entre otros.

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

“Tiene una enorme capacidad para transportar  al lector al  interior de la historia, y de hacer sentir eso, que en algún momento, todo escritor experimenta”.

Los Cuerpos

El esplendor que emite la luna se cuela por el velo tierno que cubre la ventana cerrada, da permiso para contemplar con claridad cada objeto del lugar.

Por, Déborah Henao

El esplendor que emite la luna se cuela por el velo tierno que cubre la ventana cerrada, da permiso para contemplar con claridad cada objeto del lugar.

Los colores de las paredes incorporan la melancolía; remolinos que fueron hechos por una brocha juegan ahora con el azul, amarillo y blanco, forman círculos que se encuentran, danzan en movimientos suaves.

Íntimo nido, atrapa los olores; dulces, amargos, salados, agrios, algunos alegres, otros tristes.

Se empañan de amarguras los utensilios que a diario moran en los mesones teñidos de hollín.

Una botella de vino semivacía, recubierta de un brillo pálido reposa encima del mesón, el líquido de uva dulce está en la espera de las gargantas resecas.

Varios pedazos de carne; fina, gruesa, ajada, delicada o tosca reposarán al otro día con todos sus fluidos en la corona que sostiene el cuello largo de cristal. Al lado se hallan tres derretidas velas ancladas en la boca de metal del candelabro forjado en bronce, con la más fina delicadeza, los rastros de parafina adheridos en los bordes, languidecieron las figuras talladas de la mano de su creador. Las huellas se perdieron en la suciedad y el olvido.

Una puerta abatida, acanalada gobierna impetuosa, asegura con su cerrojo antiguo la confianza que allí se teje.

Una marmita con su hondo hueco respira la esencia que permanece incrustada en su pared de barro, el tizne atrapado por los años le cubre el rabo vetusto. La marmita está seca en su interior como todas las noches, queda olvidada en la guarrería de residuos, en la espera de que las sombras famélicas, con el despertar de sus tripas sin piedad retorciéndose dentro de sus estómagos hambrientos, llenen de nuevo su oquedad.

En una diminuta piscina de metal rutilante descansan entre manchas de guiso, y aceite, las escudillas, de forma cóncava, con tres ramitas de color verde adornando cada parte superior, las escudillas ya no tienen destello, los rostros no se reflejan en su superficie. La rutina de todos los días las mato de pena.

No muy lejos del fogón, hay una diminuta cucharita, está sola, por algún descuido de algunas manos indiferentes cayó, ahora sólo las hormigas sienten su presencia, suben y bajan de aquella colina.

No muy retirada de aquella colina abandonada, una butaca alta de madera tosca, sirve de aposento a un pequeño gato que se oculta entre las sombras que trae la noche, una parte de su peludo cuerpo esta tumbado, la otra se inclina hacía dentro de sí mismo, la nariz huele sus genitales, la lengua carrasposa aprovecha para explorar; mientras, una mesa de leño guarda con recelo el secreto de todas las noches.

En el día sirve para preparar alimentos desprovistos de sabor, la sangre de los conejos, pollos y cabras, se filtra por las ranuras, el olor a muerto es amalgamado con ajo y sal.

En las noches el aroma a comida se combina con fluidos celestiales, la mesa tan antigua como los ocasos, ha resistido las más grandes tempestades. Su apariencia es triste; pero su fuerza es de dioses.

Esta noche, como todas las noches, los dos mismos cuerpos se aman a escondidas, en el encubridor lugar, que acalla las pasiones desbordantes.

Los cuerpos entretejidos por el deseo, quieren fundirse, uno encima del otro, brazos y piernas balanceándose de arriba hacia abajo.

Se puede oír el crujir de los huesos al contacto intermitente, frotan sus carnes con frenesí, se escucha la cadencia de una sonata clásica, perduran los acordes, aumenta la complejidad, la duración.

Se derriten los instrumentos, ahora hacen parte de un mar irresistible, de aguas revueltas.

Se detiene la sonata clásica, los cuerpos están cubiertos de sal, agitados reposan sin dejar de entretejer sus almas sofocadas, la oscilación recae en las respiraciones entrecortadas, la vida queda en los corazones palpitantes, los ojos puestos en blanco.

Las uñas pasearon por la espalda de él, dejaron señales de caminos rojos, senderos que enmarcan lugares explorados. Las piernas abiertas de ella reciben como una madre las caderas y  muslos del cuerpo fatigado que yace encima.

La mujer retiene con amor el líquido de la pasión descargada en su vientre. Le quema parte de su piel. La mesa deja de temblar, las patas retoman su postura erguida, en silencio espera el amanecer.

 

Por, Déborah Henao

Bogotá (Colombia)

Reseña del Autor

Déborah Henao, nacida en Buga Valle, criada en Bogotá a partir de los años. Soltera,  independiente y amante de los gatos.

Soy Magistra en Psicología clínica con énfasis Psicoanalítico, de la Universidad Javeriana,  actualmente docente de la Universidad Cooperativa de Colombia. Especialista en Creación Narrativa de la Universidad Central.  Participé en el taller de poesía en el Fondo de Cultura  Gabriel García Márquez, dirigido por el poeta Federico Díaz Granados. Gané el tercer premio en el concurso de poesía Nidia Erika Bautista, con el poema: “El Aroma de las  Mujeres Desaparecidas” 2016.

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

Mi Juego

Voy a mirarte traviesa, con mi sonrisa inocente, mordiéndome el labio, sugestiva, para invitarte a jugar. 

Por, Giuliana Bulus

Voy a mirarte traviesa, con mi sonrisa inocente, mordiéndome el labio, sugestiva, para invitarte a jugar.

Voy a acercarme muy lento y a envolverte en mis brazos, dejar que notes el peso de mi cuerpo sobre el tuyo, derramando tímidos besos en tu cuello y tus labios.

Voy a alejarme un momento, para mirarte de nuevo, mientras desordeno con falsa ternura tus cabellos; voy a hacer que moderes tu deseo y padezcas la distancia. Voy a desabrochar lentamente algunos botones de tu camisa, y a divertirme con el sufrimiento de tus ganas contenidas.

Voy a dejar que me acaricies con tus manos ansiosas, que recorran tus bellos ojos el territorio que anhelas conquistar, que me quites la blusa y me acerques lujurioso a tu pecho agitado, que sientas en tu piel el tibio aire que mi boca deja escapar.

Voy a permitirte tener el control por un rato, que te desates apasionado y te diviertas con placer egoísta, voy a gozar, atrevida, de las cosas que decidas probar.

Después, nuevamente rebelde, voy a alejarme con malicia, sólo para enloquecerte un poco más. Voy a tomarme mi tiempo, a torturarte pacientemente durante el tiempo que logres resistir.

Vas a acostumbrarte a ser el compañero de mis juegos perversos de noches prohibidas. Las cosas más intensamente deseadas son aquellas que se hacen esperar…

Por, Giuliana Bulus

Buenos Aires (Argentina)

 

Reseña del Autor

Giuliana Bulus – 1992 Buenos Aires, Argentina
Estudiante en Facultad de Cs. Exactas U.N.L.P.
Lectora aficionada

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

Pasado

Dicen que siempre volvemos a los lugares en los que fuimos felices, y es verdad, pero caminar por estos lugares, es como recoger los pasos de un pasado que se quedó detenido, en el aire, en las risas, en los gritos, en los pensamientos.

Por, Erika Molina gallego

Dicen que siempre volvemos a los lugares en los que fuimos felices, y es verdad, pero caminar por estos lugares, es como recoger los pasos de un pasado que se quedó detenido, en el aire, en las risas, en los gritos, en los pensamientos. 

PasadoEn el silencio profundo de ese pasado, hoy se respira un soledad que hiere, una que llena de lágrimas los ojos, en parte por la nostalgia de la felicidad que allí se vivió, pero también por el dolor de saber que casi en un abrir y cerrar de ojos, todo quedó atrás.

Cómo ansiábamos crecer, pienso en eso mientras recorro paso a paso los viejos caminos, ahora llenos de telarañas. Los pinos crujen con el viento, tal vez ellos también recuerden mi presencia, nuestra presencia, o quizá, también nos olvidaron. Muchos de ellos ya murieron, seguramente cansados de esperar por los gritos de siempre, otros más apenas empiezan a crecer, y nunca serán testigos de aquellas historias que sus viejos ancestros conocieron.

PasadoEl lecho del pinar ya no es el mismo de antes, los nuevos habitantes lo cubren casi por completo, la vieja rama del columpio aún sigue allí, fuerte, arqueada como siempre, seguro esperando el lazo que nos lanzaría muy lejos. El claro aún deja entrar el sol y todavía se puede ver el azul del cielo, me parece ver allí la olla tiznada puesta en el fogón, ese en el que se preparaba chocolate los domingos, y el balón a punto de caerle dentro y  la leña parada en el tronco de casi cada árbol de aquellos cientos, puesta allí por unas manos viejas, arrugadas, llenas de pecas ya por el paso del tiempo.

Las tapias de las antiguas casas ya no son visibles, la naturaleza reclamó su lugar, los frutos que llenaban nuestros bolsillos ahora son escasos, pero el agua sigue brotando del nacimiento sin parar, sigue ahí, limpia, pura, las ranas cantan a su alrededor, igual que siempre, como si el tiempo nunca hubiera pasado.

Nuestro espíritu sigue vivo allí, aún permanecen nuestras risas, en el silencio del viento, en cada hoja que cae, en una que otra ardilla que trepa por un pino, la algarabía permanece. Ante mis ojos se dibujan los costales en los que nos arrastrábamos por la viruta, los bejucos con los que era amarrada la leña, las piñas con las que jugaban los perros y los sueños que plasmábamos en las nubes, recostadas en el cálido suelo del bosque por las tardes.

PasadoNos gustaba imaginar cómo sería el mundo, qué habría más allá de las quebradas, las huertas, el pinar, el musgo, las carreteras de tierra, las cáscaras de eucalipto, y el vuelo de las palomas abanico.  Ahora lo conocemos, y no, nada es como lo imaginamos, ¿cómo íbamos a saber que aquello era todo lo que necesitábamos?

Sigo caminando, repasando en mi mente cada pequeña historia, cada pelea, cada escondite y cada choza, cada juego inventado con complicidad, me parece escuchar las carcajadas de los muchachos jugando futbol en la cancha en un día soleado, lluvioso, no importaba, todos se disfrutaban por igual. Las huertas, antes llenas de comida, ya no son más que maleza y los eucaliptos aún se levantan imponentes, tal vez contentos de que no haya cometas insolentes que se enreden en sus altísimas ramas. Todos nos fuimos, uno tras otro hicimos una vida lejos, los más chicos nunca lo entendimos, era una traición abandonar la gran casa en la que vivimos, pero nosotros también crecimos.

PasadoUna adorable voz me saca por un momento de mis recuerdos, pero verla a ella sólo hace más grande mi sentimiento, ¿cómo es posible que este aquí? Si hasta hace poco éramos tan pequeñas como ella.  Tomo el camino de regreso, y mientras me alejo siento como si un puñal atravesara mi pecho. Trato de imaginar que existe un pasado viviente, uno que nunca pasa, que nuca termina, que allí, es los lugares que nos hicieron felices, aún hay un montón de niños, que ríen, que corren y a los que podremos visitar  siempre que queramos recordar lo que siempre hemos sido.

 

Por, Erika Molina Gallego

 

Tú, Yo

Tú lo superaste, yo fingí hacerlo…

Tú caminaste sin mirar y dejaste todo atrás.

Yo sigo yendo a paso lento, aún persiste el fuego,

pues no hay cosa que lo apague, porque nunca supe hacerlo…

Tú sigues siendo el mismo, un cavernícola engreído;

Yo maduré, puedo decir que algo he aprendido…

Tú has vuelto, usando más historias con los mismos versos.

Yo ya no espero, cambié de página y escribí de nuevo…

 

Por,  Antonela Torales

(Argentina)

 

 

Reseña del Autor

Soy de Argentina, soy lectora hace años y le pongo ganas a la escritura. Sin duda, es algo que me apasiona y por ello decidí enfocarme en la carrera de licenciatura en letras.

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

 

“Letras nobles y tranquilas, letras que invitan a soltar”

 

 

Reflexiones sobre lo efímero

Somos efímeros. Todos, todo…

Y aun así navegamos y luchamos desesperadamente para tratar de no ahogarnos en el mar de olvido que inevitablemente nos llevará a sus profundas aguas.

Pero también somos vida. Una corta…

Una pequeñísima existencia en donde se condensan las grandes dudas. ¿Existimos con qué fin?

Tratamos de ajustar el mundo y nuestra capacidad de creer en deidades y demás, para darnos el consuelo de tener un objetivo que trascienda la existencia.

Pero eso, en lo personal, es solamente un esfuerzo fútil que enmascara el miedo a confrontarnos con una realidad insoportable…

Estamos solos y probablemente no haya un gran propósito.

Navegamos a la deriva en aguas de olvido.

 

Por, William Almonacid

 

Reseña del Autor

 

Licenciado en música de la Universidad Pedagógica Nacional.

Docente de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Facultad de Artes – ASAB.

Guitarrista de la banda de death metal Blazing.

Investigador cultural con énfasis en músicas tradicionales.

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

 

“Simple, conciso, genial”

 

 

Imagen tomada de Internet: El Grito Del Tiempo

Epístola de un muerto anónimo

Sobre el cadáver del señor llamado Gordon, junto a una alberca, bajo un árbol, se halló un trozo de papel donde alguien, quizá hasta el propio Gordon había garabateado las palabras: “Anónimo dijo: esto ni se lee, ni se entiende”

Muerte en la Rúa Augusta

A quien corresponda leer:

Escribo la siguiente carta como posible escrito póstumo. La presente sirva como símbolo a todos aquéllos que logren tenerla en sus manos, si hoy, o en lo sucesivo desaparezco, es propio de mi voluntad y la necesidad que existe en mí de haber luchado contra un estado de adormecimiento y miedo continuo toda la vida. Consta evidencia de esto en todo lo que hay, y prueba de ello es el presente mismo, en donde el miedo a dejar sin respuestas a mis seres queridos me orilla a hacerlo.

Es posible sin duda salir de esto, evidenciar la extensa red de poder y corrupción que impera en esta ciudad, pero no será una palanca débil la que destape la cloaca y muestre las miasmas en las que nos hundimos cada día más. El estado ideal, pensado por la nueva ideología, hace muchos años no existe, en realidad nunca existió, los cimientos están corroídos y el soporte total de nuestra endeble existencia es el terror y los placeres vacíos, creados a priori, como soma de vida. No sabe nadie dónde estoy, he ocultado mi información y he borrado todo lo que existe de mí, me he adelantado, como una manera de luchar siendo etéreo; como una forma de que al intentar atraparme sólo encuentren humo, callejones, nada.

Así que ahora estoy vivo a efectos biológicos, pero no existo. Y en este estado de inexistencia voy camino a reunirme con otros inexistentes, aunque por su naturaleza misma dudo que los encuentre. Necesito saber que existe una forma de acabar con esto, de permitir la libertad de nuestros hermanos de ser y pensar, sin coartar libertades o derechos, ni vidas.

Si tú, amigo, das con esta carta y no deseas involucrarte en mi historia, déjala donde estaba, si por el contrario y al igual que muchos, ya despertaste, te pido esperes pacientemente y busques señales, podría esto no ser un escrito póstumo después de todo.

 

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Por, Irving Pacheco Gutiérrez

Alvarado (Veracruz, México)

 

Reseña del Autor

Irving Pacheco Gutiérrez, Nace en Alvarado, estado de Veracruz y vive en Lerdo de Tejada Veracruz, estudia gastronomía dos años sin llegar a concluir su carrera, posteriormente decidiéndose como auxiliar contable. De gusto por la lectura desde pequeño, con autores como Kenneth Graham, Anne Rice, Khon Katzenbach, Thommas Man y Victor Hugo llenando el espacio de sus ideas. Escritor de ocasión.

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

“Una escritura limpia y certera, causa intriga y envuelve al lector”

 

Imagen tomada de Internet: Practicando Cultura

Un desafío para la muerte

Esto es lo que hago, es mi deber hacerlo, fui creado para este propósito. Muchos me odian por hacer lo que hago y otros me adoran por ser lo que soy.

 

Por, Justo Morales Flores

 

—Tuve un sueño demasiado extraño. No podía despertar, lo intenté. Quería abrir los ojos pero no podía—

— ¿Qué es lo que soñabas, Benner?—

—Nada. Soñaba nada. No había imágenes, ni personas, ni animales, ni plantas. Todo era tan oscuro y silencioso, pero era extraño porque yo estaba ahí, vivo como una herida sin sanar. Recordé aquellas noches cuando el insomnio robaba mi sueño y me quedaba por horas observando el techo oscuro de mi cuarto, sin pensar absolutamente en nada—

— ¿Sabes dónde estás, Benner?—

—No importa, después de todo, no se siente tan mal. Hace ya un tiempo vi como la tierra se desmoronaba encima de mí. Tuve miedo, me sentí morir. Pero en mi sueño, imaginé que era sólo un sueño más. Las personas soñamos cosas extrañas, nuestros subconscientes son tan misteriosos.

Quiero levantarme de aquí. Hay tantas cosas que quiero hacer—

 

—Puedes levantarte sin ningún problema, el techo encima de ti no es obstáculo—

 

—Tu voz me produce temor. Te agradezco la cortesía, pero si yo lo deseara tú no estarías aquí hablándome, ni siquiera serías capaz de existir en este, mi sueño—

 

— ¿Pero que no habías despertado ya? Sé que querías tener el control de todos tus sueños, incluso lo intentaste. Sé que lo intentaste—

 

—Sólo eres un producto erróneo de lo que mi subconsciente ha creado. Eres un error, una línea mala de programación como en los sistemas de cómputo. Este sueño es mío, lo he creado a partir de una imaginación ansiosa—

 

— ¿Una imaginación ansiosa? Estuve ahí cuando cerraste los ojos Benner—

 

—Bien, no importa, te conservaré  por un tiempo más. Últimamente me he sentido muy solo, quizá tu compañía me sirva de algo—

 

— ¿No lo entiendes, Benner? No vas a quedarte en esta cama de carne podrida y huesos—

 

— ¿A dónde vas a llevarme entonces?—

 

Sólo hay un lugar al cual puedes ir, y no puedes decir no, no hay manera de que puedas evitarlo, ese lugar es tu destino—

 

—En mis sueños, me he topado con seres peores que tú, y todos intentaron matarme. ¿A qué lugar quieres llevarme con tanta prisa? ¿Por qué sientes que tienes ese derecho? ¿Quién de todos ustedes es peor?—

 

—Esto es lo que hago, es mi deber hacerlo, fui creado para este propósito. Muchos me odian por hacer lo que hago y otros me adoran por ser lo que soy.

Desde que lo soy, me he encontrado con personas que se han aferrado a aquello que ya no es suyo. Otros vienen a mí por si solos y por la razón que sea, la mayoría de todos ellos, terminan en el mismo lugar y sus lamentos se vuelven su único escape. Así que, ¿Qué haces tú cuestionándome? ¿Qué haces intentando negarme? Al final de todo, ¿Quién si no yo, llevará a todos esos seres peores que yo a un mismo destino?—

 

—Ja… ¿Cómo es que estas tan preocupado por mi opinión si dices ser tan poderoso y reservado? ¿Te preocupa que te niegue? ¿Que te tome como parte de la creación de mi sueño?—

 

—Si lo quisiera, ya estarías en el lugar de tu destino, ahora mismo—

 

— ¿Qué te ha detenido? —

 

—Hace mucho que nadie me causaba este tipo de curiosidad—

 

—Entiendo. ¿Qué te parece si hacemos un trato?—

 

— ¿Un trato? ¿Qué tipo de trato? Benner—

 

—Ven conmigo al lugar al que yo quiero ir, a cambio de eso, iré contigo al lugar al que tú quieres llevarme. Te lo prometo—

 

— ¿Es un truco? El trato suena un poco conmovedor, pero acaso, ¿No eras tú quien decía, que lo que más le gustaba de las promesas es que casi siempre tienen que romperse? —

 

—Sí, lo hice. Pero, ¿Alguna vez me viste romper alguna? —

 

—No, no lo hiciste—

 

—Entonces, ¿Cerramos el trato?

 

— ¿Las cruces fuera de tu cama de carne podrida no te dicen que he aceptado?—

 

—Siempre me he preguntado ¿Porque un lugar lleno de flores se encuentra tan vacío y sombrío?—

 

—Las flores guardan muchos deseos, pero de alguna forma, tienes razón—

 

—Muy bien. Volemos, en mis sueños, yo puedo volar con las alas de un demonio muerto que una vez encontré en las colinas de la entrada al infierno—

 

—Aterrador, un poco aterrador, mis alas son un poco más decentes, las concebí cuando hice mi primer trabajo—

 

***************

—Hemos llegado al lugar, pero algo no está bien por aquí. Esa casa se ve sola, abandonada de hecho. ¿Qué está pasando? Se supone que debería estar aquí, ya hemos volado por todos lados  ¿Dónde podría estar? Vamos, buscaremos una vez más. Esto es extraño. Estoy comenzando a sentirme furioso, ella no está en ningún rincón de este planeta, incluso, el planeta mismo ha perdido parte de su brillo—

 

—Lea ya no pertenece a este mundo, Benner. Se fue.

 

— ¿Cómo es que tú conoces su nombre? ¿Y porque estás diciéndome esto? Me siento furioso, no sé si exista alguna clase de fuerza en mí cuando estoy en este estado, pero de tu respuesta depende tu existencia—

 

—Su nombre está en mis registros, yo mismo lo anote ahí, porque es mi trabajo hacerlo. Lea ya no pertenecía a este mundo, así que me la llevé.

Puedes ponerte tan furioso como quiera. Aunque esas lágrimas en tus ojos son de dolor, no lograrás nada con ellas. No existe fuerza que pueda negarme. Ya he cumplido parte de este trato, vine contigo a donde querías venir, ahora tu vendrás conmigo a donde yo quiero ir, quiero decir, a donde tú tienes que ir—

 

— ¿De qué sirvió darlo todo por ella si al final no está más aquí? le di mi corazón para que su vida siguiera siendo parte de este mundo y este existiera tan maravilloso como lo hacía ella. Lea era lo más sagrado que yo tenía y su vida valía más que la mía en este sitio. ¿Sabes? Si yo no llegué a ti antes por mis propios medios, fue porque ella me pidió no hacerlo, poseía el don de cambiar a las personas.

¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste llevarte un ser tan especial para este mundo? Si cuando ella estaba muriendo, yo decidí entregar mi propia vida a cambio de la de ella y hoy, no existe más—

 

— ¿Finalmente dejarás de negarme? ¿Aceptarás lo que soy?—

 

—Siempre supe lo que eras y también siempre supe lo que yo era. Pero necesitaba utilizarte para activar mi alma errante. Ahora vas a decirme ¿A qué sitio has llevado a Lea?—

 

—Supe lo que hacías y quise seguirte el juego, supuse que sería divertido para mí, hace mucho que no lo hacía. Lea no  partió de este mundo con  un corazón puro, ella está pagando por todos tus pecados, Benner. En un lugar muy lejos de aquí—

 

— ¿El infierno? No puede ser. No tengo palabras. Sólo sé una cosa y te la diré: volaré hasta ese lugar con mis alas de demonio, iré por ella y la sacaré de allí, te desafío a ti, no iré contigo. Interrumpiré las leyes, por ella seré capaz de hacerlo. Capturaré a un ángel y le quitaré sus alas para dárselas a ella, volará a mi lado y escaparemos juntos, lucharemos  contra ti hasta vencerte, malvada muerte—.

Por, Justo Morales Flores

Playa del Carmen (Quintana Roo, México)

 

Reseña del Autor

Justo Morales Flores. Nació en el estado de Tabasco México y vive en Playa del Carmen Quintana Roo. Estudio Tecnologías de la Información y Comunicación un año dejando la carrera trunca. Decidió comenzar a trabajar para el municipio de su ciudad actual endiversas áreas. De mente filosófica por naturaleza y con pasión por lectura y  escritura con escritores como Arturo Anaya Treviño y George R.R. Martin.

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

«Usa la imaginación para crear mundos sin espacio ni tiempo, creaciones fantásticas y misteriosas»

 

Imagen tomada de Internet: deskbg.com

De Creer

Nunca imaginé que las horas fueran tan lentas cuando tú no estabas,

creí que podría sacarte de mi mente, pero cometí el error de creer.

creer que no habías marcado mi vida,

qué no me habías enseñado el camino para llegar a amarte.

Que no te había dado la fórmula para entrar en mi corazón,

de creer que no te pensaría a cada instante,

que aunque el día fuera frío, sentiría calor de sólo pensarte,

de que tu oscuridad no podría envolverme, de que soñaría con tus manos tibias aunque nunca llegaste a tocarme.

De creer que podría olvidarte, cuando no hago más que recordarte.

Por, Maia San Toro

Ovalle (Chile)

 

Reseña del Autor

Maia San Toro, Ovalle Chile, 23 de Abril, 1982. Simplemente una enamorada de la idea del amor.

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

«Palabras sencillas, sinceras, vivencias profundas, desde el corazón»