Hay un número considerable, que supera la tesis de las “manzanas podridas”.
La Caída: una dedicatoria a las víctimas, a la verdad y la no repetición
Sergio Páramo Quartet, en compañía de TSH Sudaca, nos presenta La Caída, una voz transgresora
Somos MA.S.A: por el derecho a la manifestación social
El próximo 21 de julio convertiremos las fachadas de nuestras casas y ventanas en memoria vida de los registros de las más recientes manifestaciones sociales en Colombia.
Matarife, después de seis minutos
En el caso de Matarife, por lo que prometió en esos primeros seis minutos, sacudirá a ese círculo social que ha sido intocable y nos refrescará esa memora selectiva y conveniente.
Líderes sociales: definición, contexto y mentiras
Los asesinatos en contra de líderes sociales y defensores de Derechos Humanos, están muy lejos de ser casos aislados presentados en algunas regiones aisladas. ¡Pilas! No es así. Tampoco se lo buscaron y no son delincuentes. Son colombianos que están arriesgando sus vidas por los intereses de una comunidad y simplemente los están exterminando…
Venga, no sea flojo, acérquese, tome asiento, por qué no, coja una pola y acerquémonos un poco a la definición de lo qué significa ser líder social, el contexto y desmintamos un poco las versiones oficiales al respecto.
Por, Aureliano
Zuleta, usted no es impopular, simplemente es pendejo
Gomelos media lengua que desde la arrogancia piensan que por ser pobres somos pendejos, que no tenemos dignidad y que carecemos de inteligencia.
Por, Aureliano
Me da asco aquel que opina desde la comodidad que le da el pertenecer a una élite privilegiada. Me vomito sobre sus conceptos, no porque esté haciendo uso de la libertad de expresión, sino porque con ella pretende aplastar cualquier crítica que vaya en contravía de lo que piensa.
Leí con atención la reciente columna del fulano Felipe Zuleta, Impopulares pero eficientes, en la cual afirma que quienes no aprobamos la gestión de Peñalosa somos unos desagradecidos. Señala este individuo que la opinión pública lo detesta a pesar de que les ha mejorado su calidad de vida de manera sustancial.
Pongamos atención a la línea que resalté: “a pesar de que les ha mejorado su calidad de vida”, básicamente, somos unos pendejos que no entendemos que el alcalde ha actuado por nuestro bien. La frase del tinterillo del periodismo no dista de lo que piensa la élite que tiene el poder y el control de gran parte de la economía de nuestro país, la misma que nos mira por encima del hombro y que desde la prepotencia que otorga el privilegio, se sienta en un escritorio a plantear soluciones estúpidas a necesidades apremiantes de diversos sectores de la sociedad.
Gomelos media lengua que desde la arrogancia piensan que por ser pobres somos pendejos, que no tenemos dignidad y que carecemos de inteligencia. Si bien es cierto, las decisiones electorales les da la razón, también lo es, que dentro de una democracia las voces disidentes tenemos derecho a cuestionar y a exigir que estos hijos de… papi y mami, justifiquen sus millonarios sueldos en acciones que contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos.
¡Zuleta! No sea tan ‘güevón’, haga su labor como periodista, deje la comodidad de estar encerrado en una cabina de radio y vaya a un portal de Transmilenio en horas pico y luche por subirse en un bus todos los días, de lunes a sábado, hasta el otro extremo de la ciudad, para llegar a un lugar de trabajo a ganarse una miseria en una jornada de 9 horas de labores, y ahí sí diga, entonces, que Transmilenio nos mejoró nuestro nivel de calidad de vida.
Vaya a las periferias, vaya y visite las comunidades de las localidades de Usme (5), Tunjuelito (6), Bosa (7), Kennedy (8), Fontibón (9), Engativá (10), Suba (11), Ciudad Bolívar (19) o Sumapaz (20). Hable con la comunidad, trate de desplazarse por “avenidas” estrechas y mámese trancones de 20 minutos en cada semáforo de cada esquina, solamente porque están mal temporizados. Vaya, encuéntrese de frente con la inseguridad, con las calles destapadas, con los parques abandonados o con los centros de salud u hospitales saturados de pacientes.
Madrugue, lleve una cámara, una grabadora y compruebe qué significa ser pobre en una ciudad diseñada para que en las periferias habitemos los estratos uno, dos y tres, los mismos que usted dice en su columna, estamos llenos de odio hacia Peñalosa porque somos unos petristas que estamos jodiendo al resto de la ciudad, por ponerle freno a las propuestas de un simio de dos metros de altura que según usted, el único problema que tiene, es que no sabe comunicarse.
El periodismo, sea considerado profesión u oficio, debe servir como mediador entre el pueblo y el poder. Entre muchas otras de sus funciones está la investigar, interpretar, informar y denunciar. Su ejercicio conlleva una responsabilidad social demasiado alta, la cual corresponde, ante todo, a un principio ético de honestidad y transparencia.
La irresponsabilidad de sus palabras en esa oda que le escribió a Peñalosa el pasado 21 de julio en el diario El Espectador, solo demuestra la mediocridad con la cual es ejercido el periodismo en nuestro país. Usted es uno más de los periodistas faranduleros que lame las botas de aquel que patea al pueblo.
Su labor como periodista es mediocre y corrompe el ejercicio democrático. La Bogotá en la que usted vive es aquella que se desarrolla de Teusaquillo hacia el norte, porque usted, como la mayoría de políticos e instituciones desconocen esa otra Bogotá que se desborda en cotidianidad por las calles de los barrios populares. Su columna de opinión no solamente expresa su pensamiento en particular sobre el burgomaestre, sino que se identifica con los intereses de una clase que no ha conocido la pobreza y que, detrás de un escritorio, se cree con el derecho de decidir sobre el futuro de millones de ciudadanos que habitamos en la ciudad.
¡Zuleta! El mezquino es usted al calificar de petristas a todos los opositores de su amo Peñalosa. Mezquino es usted al degradar los argumentos de ese sector de la opinión pública que no comparte la gestión de Enrique Peñalosa y sus funcionarios. Mezquino es usted al no dedicar, ni siquiera una sola línea, a los escándalos de corrupción que también han rodeado a la presente administración, ni a su falta de coherencia, ni al desprecio que muestra esta por los reclamos que le hacen los ciudadanos.
Mezquino es usted al pretender reducir la mediocridad del gobierno distrital actual en un simple problema de comunicación. Usted, lacayo de Peñalosa, es la viva razón del por qué la sociedad se aleja de los grandes medios de comunicación y de la labor de periodistas que, como usted, degradan un noble oficio.
¡Zuleta! Lo invito a que viva la ciudad que nos toca sufrir a la mayoría.
La era de las catervas
Cada una de estas catervas finge ser más inteligente, más digna, más solidaria y más humanitaria que la otra. La una le critica a la otra que no lee, que no se informa, que no piensa y que se arrodilla ante su líder.
Porque no estamos pintados
Mi nombre es Aureliano, he sido profesor de ciencias sociales por más de 15 años, amo y odio a la política, o más bien, el uso que se le da en este país (más adelante ustedes entenderán el por qué me despierta sentimientos tan opuestos).
Cauca: el pueblo nasa continúa la resistencia
El cubrimiento mediático fue el mismo; el micrófono en función de la institucionalidad en cabeza de la ministra Patricia Gutiérrez y de la Fuerza Pública
Por, Laura Cala Mejía
Cauca: De la Cacica Gaitana, Quintín Lame y Benjamín Dindicué, el pueblo Nasa continúa la resistencia
“El 15 de septiembre de 2004, cerca de 70.000 indígenas, campesinos y afrocolombianos marcharon en dirección norte por la carretera Panamericana, camino a Cali, para protestar, entre otras cosas, por las negociaciones bilaterales con Estados Unidos en torno al Tratado de Libre y Comercio. Se convirtió en la punta de lanza de lo que terminaría siendo una movilización nacional de amplia base popular, que clama por un cambio en las prioridades del gobierno, en lo que concierne a las políticas de seguridad y desarrollo. Los medios hegemónicos por lo general presentan dichas situaciones como actos criminales enfatizando su tendencia a actuar por fuera de la ley – bloquear las carreteras, ocupar tierras de manera “ilegal” etc., para manifestar sus quejas y agravios.” Tomado del texto Un tejido de comunicación: medios comunitarios y planes de vida en el norte del Cauca, Mario Alfonso Murillo.
Así como en el 2004, los indígenas y afros salieron en el 2019 a la vía Panamericana que conecta el centro con el suroccidente del país a protestar por el incumplimiento de los Acuerdos de Paz, las constantes amenazas por parte de grupos armados, el asesinato de líderes y lideresas sociales que continúa en aumento, entre otras razones. También una vez más, el cubrimiento mediático fue el mismo; el micrófono en función de la institucionalidad en cabeza de la ministra Patricia Gutiérrez y de la Fuerza Pública, estigmatizando a los marchantes argumentando que la protesta estaba infiltrada por disidencias de las FARC, que “existía un tinte político en la protesta”, reduciendo la mirada de la audiencia a las pérdidas económicas producidas por la minga, desconociendo el recrudecimiento de la violencia que están viviendo muchos territorios del país.
Mi querido César me dijo una tarde: “Laurita, el pueblo nasa es un pueblo berraco, que la lucha y la suda, siempre está en pie”. Retumbaron en mi cabeza las palabras del compadre Astiano, ese indio patirrajado y flaco de cabello negro que participó en una “minga de corte” por tres semanas, “aquí se volea machete parejo, cortar esa caña alta es bravo, comadre, ahí vamos dándole sin descanso”. Esa labor es llevada a cabo en la Hacienda La Emperatriz, o ‘La Empera’, como la llaman coloquialmente.
Decidí ir al Cauca por convicción. En la tarde de aquel diciembre pisé su suelo y me encontré con la sonrisa arrolladora de Isa, lideresa nasa, madre de dos hijos, con una mirada fuerte y decidida. A su lado, estaban Julián y “Neco”, un payanés y un huilense, que dedican su vida a ilustrar y pintar.

“Inmensas legiones de esclavos vinieron de África para proporcionar, al rey azúcar, la fuerza de trabajo numerosa y gratuita que exigía: combustible humano para quemar. Las tierras fueron devastadas por esta planta egoísta que invadió el Nuevo Mundo arrasando los bosques, malgastando la fertilidad natural y extinguiendo el humus acumulado en los suelos”. Este relato de Eduardo Galeano en su libro Las Venas Abiertas de América Latina refleja la situación actual del norte del Cauca.
Antes de llegar a este territorio encontramos miles de hectáreas de monocultivo de caña de azúcar que se extienden por los municipios vallecaucanos de Tuluá, Buga, Palmira y El Cerrito, pertenecientes a las familias adineradas de la región como Ardila Lulle y monopolios de la industria azucarera de larga tradición. Se requieren grandes cantidades de agua para su mantenimiento, el glifosato y otros agroquímicos, se irrigan por estos cultivos, afectando notablemente el suelo y las parcelas cercanas. Los camiones y máquinas trabajan día y noche al servicio de la industria azucarera y de los biocombustibles.

El norte del Cauca no ha escapado de la imposición de este modelo agroindustrial que se posicionó en la región. Este territorio habitado por campesinos, campesinas, indígenas y afros, evidencia un cambio del paisaje, debido a que los cultivos de cacao, maíz, yuca, entre otros, han sido reemplazados por miles de hectáreas de caña de azúcar, custodiadas por la Fuerza Pública y grupos paramilitares, tal como lo han denunciado las comunidades indígenas y afros, ante la comunidad nacional e internacional: “dos días después del asesinato de JAVIER OTECA, indígena del resguardo de Corinto ocurrido el día miércoles 22 de Marzo de 2017, por grupo armado al servicio del ingenio Incauca, reaparece en la zona una nueva amenaza paramilitar de las Águilas Negras. Recordamos a la opinión pública y a los órganos de justicia del Estado colombiano, que son ya 6 los panfletos amenazantes en este año que circulan y que alrededor de estos se han dado, seguimientos, atentados y asesinatos contra comuneros indígenas afros y campesinos”.
- Lee la denuncia completa aquí: Amenazas de grupos paramilitares en el Norte del Cauca, dos día después del asesinado de Javier Oteca
Ante la violación de derechos humanos, el incumplimiento de una sentencia de restitución de tierras tras la masacre del Naya, donde miembros del pueblo nasa murieron a manos de grupos paramilitares y narcotraficantes, una serie de incumplimientos por parte del gobierno nacional y la distribución inequitativa de la tierra; los hombres y las mujeres nasas se han organizado para defender la Madre Tierra, como ellos y ellas la reconocen, “ella les da el agua, la tierra para trabajarla y tener sus propios alimentos del territorio”, así lo han expresado de manera oficial, pero solo se puede lograr cortando la caña de azúcar, limpiando esa tierra contaminada por agroquímicos, para sembrar la comida, que será dada a sus hijos y las futuras generaciones.
“Hoy nos movemos entre sueños y esperanzas, crisis y conflictos. Somos pueblos que continuamos en resistencia. Hemos atravesado un largo camino y acumulamos siglos de lucha que nos han permitido defender el territorio. Pero aún estamos sometidos por la arrogancia, el egoísmo, la ignorancia y el irrespeto disfrazado de distintas maneras. Han caído sobre nosotros con mentiras y engaños, con el poder de las armas, con normas y leyes que nos traen miseria, explotación, dolor, sometimiento y muerte. Por eso debemos echar mano de nuestras raíces y sabiduría colectiva ancestral, para realizar nuestros compromisos de sembrar, proteger y abrir caminos de vida digna.” Fragmento de la Liberación de la Madre Tierra.
En diciembre de 2017, se llevó a cabo un encuentro de tres días llamado Desalambrándonos, organizado por los mismos liberadores y liberadoras de la Madre Tierra. En estos encuentros predomina la autogestión de la mano de los procesos organizativos de varios territorios del país y gracias al voz a voz, personas de Argentina, Francia, País Vasco también se han acercado al proceso.
Desde las cuatro de la mañana la guardia indígena despierta a los asistentes con el sonido de la tecnocumbia, un género musical alegre y animoso, que mezcla el sonido de teclados, guitarras y sus letras evocan el arraigo, el amor y el territorio. Las y los asistentes ayudan en la preparación de los alimentos como la carne, el zapallo, la yuca, la papa y el plátano, nadie olvida las masitas hechas por las indígenas nasas, son crocantes y de gran tamaño, acompañadas con agua de panela.

Todos los asistentes participaron del proceso de armonización, un ritual en el cual se ‘mambea’ la hoja de coca y se busca equilibrar la energía, se dispone el alma y el cuerpo para escuchar y aprender. Posteriormente inició la conversación que busca desalambrar la palabra, fortalecer el tejido, pensar con el corazón, contar con sonidos, dibujar lo vivido y relatárselo al país y al mundo.
Hay elementos en común para reunirse, como la amenaza del modelo minero-energético sobre los ecosistemas que habitan las comunidades, los monocultivos de caña de azúcar y palma aceitera, las semillas certificadas, la privatización del agua, el asesinato de compañeros y compañeras por parte de actores armados y la violación de derechos humanos. Surgen propuestas como la transición hacia energías renovables, la soberanía y autonomía alimentaria, productos comunicativos que surgen al finalizar cada jornada de este encuentro, como galerías fotográficas, programas radiales, vídeos y relatorías, también disfrutamos las puestas en escena organizadas por los jóvenes, niñas y niños nasa guiados por Maíalalinda y Vivilú, mujeres con el corazón y pensamiento puesto en el norte del Cauca.
Reconociendo que el proceso de la liberación de la Madre Tierra no puede ser cooptado por la institucionalidad, la comunicación propia y la unión entre procesos, son factores que garantizarán a la pervivencia de las comunidades en el territorio colombiano.
Uno de los momentos más significativos fue sembrar en territorio libre de caña. A Astiano y a Dalila, una mujer nasa que siempre lleva una jigra de color café y beige y un chumbe (tejido de colores hecho por las mujeres), los unía el trabajo de la tierra para cosechar la vida. Margarita y Sole, dos mujeres citadinas provenientes de Bogotá, limpiaban con rastrillo, mientras unos se encargaban de marcar el espiral, esa forma tradicional de sembrar para los indígenas nasa. Las semillas de maíz, zapallo y frijoles, se sembraron con alegría y la esperanza de verlas crecer.
Al final de este encuentro se divirtieron en un bailoteo, una gran fiesta con tecnocumbia, el tradicional chirrincho, acompañados de la chicha caucana que amenizó la alegría del reencontrarse. Su trabajo terminará “hasta que se apague el sol”, como lo afirman las organizaciones indígenas. Nos despedimos entre abrazos, besos y miradas para un próximo encuentro y en la consola de radio escuchábamos: “De Quintín a Benjamín, de Benjamín pa´delante, todos haciendo parte de un ejército sin fin”.
La paradoja del policía triste y el periodismo arrodillado
En ningún momento se identifica en la oda redactada por el periodista algún acercamiento a la fuente, ni un análisis estricto del contexto de la situación, solo una descarga emocional alrededor del patrullero.