COVID FRIDAY

‘Covid Friday’: frenéticos de las compras

Con este panorama y con tanto trapo rojo puesto en ventanas de cientos de barrios de todo el país, no se alcanza a entender de dónde tanto dinero para las compras y menos de dónde tanta gente urgida por un electrodoméstico.

Por, Luis Carlos Velasco Morales

Somos una población con unas lógicas que a veces ni los más grandes intelectuales logran entender y es más, ni siquiera desean estudiar. El 19 de junio del 2020 pasará a la anales de la historia como el día en el que fuimos la paradoja mundial: fecha con más contagiados por COVID y a su vez con aglomeraciones en comercios por el primer día sin IVA.

¿Cómo explicar lo sucedido el día sin IVA? ¿Cómo entender esas aglomeraciones en varias ciudades? ¿Cómo creer que una población como la nuestra que no respeta la cuarentena vaya a respetar el “distanciamiento social” en compras frenéticas? ¿Acaso la tasa de desempleo no había subido? ¿De dónde tanto dinero para compras de televisores, pero desaparecido para comida y cuidados básicos?

De verdad es imposible entender este fenómeno colombiano con tanta pobreza y fluyo del capitalismo salvaje. Pero está bien, hagamos un intento de entender todo este cuento de terror.

Desde el pasado 24 de marzo a las 11:59 de la noche inició la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno Nacional, inicialmente por 19 días, pero que ya hoy se van a cumplir 3 meses en los que de a poco se ha intentado reactivar la vida pasada. Sin embargo, no ha salido tan bien como se esperaba. Ya no hay respeto por las medidas.

Y es obvio, pues estas medidas de protección ya tienen un efecto negativo, no solo por los más de 63 mil contagiados y los 2 mil muertos, sino por los miles de bares, restaurantes, microempresas y emprendimientos que tuvieron que cerrar porque no lograron naufragar en esta crisis mundial y que para completar no pudieron acceder a los beneficios fantasiosos que este gobierno prometió y no cumplió. Como consecuencia la tasa de desempleo en Colombia aumentó el 19,8% solo en abril, tal como lo reportó el DANE.

Con este panorama y con tanto trapo rojo puesto en ventanas de cientos de barrios de todo el país, no se alcanza a entender de dónde tanto dinero para las compras y menos de dónde tanta gente urgida por un electrodoméstico.

Hay un panorama desolador pues los resultados en cuanto a contagiados se verán más adelante y aunque el presidente de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), Jaime Alberto Cabal, diga que “Ha sido un día inédito en la historia de Colombia, teniendo en cuenta que es el primer día sin IVA que tiene el país en la historia y porque este día estaba marcado en una época de crisis, que ha tenido restricciones dentro de la necesidad de una prevención del coronavirus”, lo cierto es que el afán por reactivar la economía para algunos no puede ser por medio del sacrificio de muchos.

Esperamos, pues, que este gobierno entienda que hay cosas que no pueden ser prueba y error, que no puede seguir accediendo a la presión de los que apoyaron su campaña y que debe primar la vida. Ahora, también es un llamado a la ciudadanía a entender que hay momentos en los que si no se tiene una pizca de responsabilidad no se puede esperar resultados positivos.

Finalmente, el día sin IVA fue un fracaso para la lucha del COVID, un error del gobierno, un desastre para las plataformas digitales y una bomba atómica para la economía familiar que no se reactivó sino se endeudó.

 Ayer fue un día sin IVA, ojalá no sea el preestreno de los días sin UCI.



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Contradicciones y arbitrariedades

Contradicciones y arbitrariedades

Somos nefastos al momento de juzgar la vida ajena, tomamos los rumores como ciertos, un instante observado nos resulta suficiente para sentenciar a un individuo.

Por, Andrés Angulo Linares

Juzgamos con profundidad y drasticidad las actuaciones de nuestros semejantes, ante las propias, somos benévolos y comprensivos.

Somos arbitrarios en nuestros conceptos, evaluamos las decisiones ajenas desde nuestra propia escala de valores, aun cuando sabemos que está condicionada por nuestras circunstancias, que por lo tanto no es del todo confiable y, mucho menos, poseedora de toda verdad.

Hablamos de lo correcto y de lo inmoral con la misma propiedad falaz con la que lo hace un líder religioso.

Los ateos niegan la existencia de dios y maldicen los tratados de la biblia por considerarlos opresores y graves afrentas a la libertad. Sin embargo, sus sentencias son tan jodidamente arbitrarias que parecen tomadas de ese “sagrado” libro.

La incoherencia de los fanáticos religiosos deja al desnudo el odio que por dentro cargan. Son capaces de lamer –en increíble acto de obediencia y de “amor” a dios– los tobillos de alguien que ha sido, según ellos, ungidos por aquella deidad, mientras que al mismo tiempo, escupen en el plato del más necesitado.

El amor del que tanto hablan solo es posible entre aquellos que, como ellos, son borregos, jamás podrá ser para los herejes que rompimos filas o que por circunstancias de la vida y de la sociedad, ocupamos un escalón inferior en esa cadena alimenticia que ubica a unos como presas y a otros como depredadores.

Somos incoherentes y Juzgamos a conveniencia, creemos tener la verdad en nuestros labios y no titubeamos al momento de condenar a otros por actuaciones propias del ser humano.

No estoy hablando de delitos, me refiero simplemente a aquellas acciones que nos muestran qué tan frágiles podemos ser ante nuestras pasiones.

Creemos que para vivir es necesario consultar ese manual que nadie ha visto, pero que nos dicta paso a paso qué leer, qué escuchar, cómo vestir, cómo amar, para lograr ser –eso que alguien llamó– “personas de bien”.

Nos rasgamos nuestras ropas ante las agresiones sexuales sufridas por las mujeres, pero no perdemos chance para invadir el espacio privado de aquella mujer que nos habló con cierta confianza. Creemos que contamos con el derecho de invadirla, solo porque somos hombres y a ese instinto debemos corresponder de manera primitiva, porque el que es macho propone y ellas son las que disponen.

Nos indignamos ante la injusticia social, pero queremos gozar de los  beneficios que nos otorgan nuestro oficio, profesión o rango en una empresa.

Lloramos a los muertos, en la medida que estos sean mediáticos, para que nuestra compasión pueda ser calificada como humana. A los anónimos no, a esos pa’ qué, a los pobres tampoco. El compadecerse por ellos, nos dejaría, ante esos que queremos impresionar, como unos mamertos comunistas.

Olvidamos fácilmente que somos humanos, que nos regimos por nuestras  emociones. Si bien es cierto, hay prácticas detestables como el abuso sexual, el asesinato, el robo, entre otras, y que ante estas no podemos pasar como cómplices silenciosos y que es nuestro deber esforzarnos para que sean erradicadas, también lo es, que debemos cuestionar nuestro comportamiento, pues con él, quizás sin darnos cuenta, por acción u omisión, con nuestro voto o con nuestra indiferencia, podemos estar contribuyendo a estos flagelos que nos derrotan como sociedad.

No tenemos la verdad de nada, somos humanos. Simple. Hay cosas que se salen de nuestra comprensión, entre ellas nuestras creencias y el amor. Dentro el ejercicio de respeto, de tolerancia y aceptación que debemos tener como sociedad, la arbitrariedad con la que a veces juzgamos las vidas ajenas debe ser extinta.

La manera más sencilla y efectiva que tenemos para contribuir a la sociedad, es la de mirarnos primero hacia adentro. No se trata de ser complacientes, se trata de guardar el mínimo respeto hacia las decisiones de quienes nos rodean, pues en últimas, somos de la misma especie y no sabemos en qué momento nuestra escala moral nos traicione y seamos nosotros, entonces, quienes estemos bajo el juicio ajeno.

Sobre el miedo y otras baratijas

Sobre el miedo y otras baratijas

A los más jóvenes les cuento que el 6 de junio de 1996 se iba a acabar el mundo y el diablo se iba a llevar a los no bautizados.

Por, Burrócrata

El cine nos muestra que un hombre con decisión puede cambiar el rumbo de su destino, el rumbo de su gente y hasta el rumbo de la humanidad, pero los hechos me hacen pensar que las personas tienden a actuar según los lleve la ola, ya sea por indignación, por efusividad o por miedo.

A veces siento que John Connor es un pobre pendejo comparado con un ciudadano del común en estos días, soy menor de 40 años, pero en lo que recuerdo he sobrevivido, entre otros, a los siguientes eventos: 

La crisis de los 666: “A bautizarse que llega el demonio”, a los más jóvenes les cuento que el 6 de junio de 1996 se iba a acabar el mundo y el diablo se iba a llevar a los no bautizados, la gente corrió a bautizar a los niños, la gente quería estar confesada y a las 6 de la tarde no se movía una aguja. Luego, como no ocurrió nada, comenzaron a hacer otro tipo de cuentas, que por el antiguo calendario era en septiembre, que Nostradamus dijo y desdijo… En fin, cada vez que sale un hecho que suene a desastre, la gente lo encuadra con las dichosas profecías de ese señor.

El nuevo milenio nos iba a dejar sin computadores, todo gracias al Y2K… para mi generación ese era el T-800 porque nos podía dejar sin bancos, sin datos, sin sistemas y todo lo que ello pueda suponer, y efectivamente hubo problemas: en España dejaron de funcionar algunos parquímetros, sonaron algunas alarmas, hubo algunos problemas de fechas… pero sobrevivimos como especie dominante en el planeta (cita de la película Godzilla).

Los mayas llegaron más lejos… Se les produjo su propia película: 2012, todo por cortesía de una mala lectura de su calendario. Expertos en su momento explicaron que el cambió de era Baktún (medida de tiempo), sin embargo, el miedo en sectores del mundo fue evidente, incluso Chichen Itzá estaba llena para recibir el cambio de era.

Ahora bien,  lo más visto en cuanto a posibles fines del mundo son las enfermedades, hemos visto la de las vacas locas, el H1N1, H5N1 (gripe aviar) el SARS, MERS (que médicamente hablando es otro tipo de coronavirus) y el ébola, entre otras tantas. Hay que decirlo: Son enfermedades mortales, que no pueden ser subestimadas y que requieren medidas de contención, que por ser nuevas en el hombre son de cuidado y requieren un tiempo para poder conocerlas y combatirlas efectivamente.

No obstante, ninguna de ellas supuso una posible extinción de la especie o un nivel de mortalidad tal que pudiera generar una parálisis en el devenir social, creo que el deber de nosotros como ciudadanos ante cada enfermedad contagiosa es informarnos realmente de los conocedores en la materia, evitar caer en el pánico, atender las recomendaciones de las autoridades sanitarias, eso sí, sin caer en exageraciones.

Subirse en un transporte público y ver a todo el mundo con tapabocas muestra que el miedo nos gobierna, no se trata de que no se use el tapabocas, sino que, como han dicho los expertos, son las personas que tienen síntomas asociados los que deben efectivamente usarlos.

Acabar con los tapabocas, con los desinfectantes y demás productos asociados puede hacer que aquellos que los requieran no los puedan conseguir o se les hagan muy costosos, eso solo agrava el problema. 

Sé que los noticieros no ayudan, pero hay prácticas informativas saludables, por ejemplo, en España los temas en medios son expresados por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, quitando el tema político y dejándolo donde debe ser, en un tema médico-científico.

A veces los seres humanos queremos oír voces de lo que sea para lo que sea, solo por alimentar alguna esperanza, algún rumor, algún miedo… Por ejemplo, a algún brillante periodista le preguntó a Jurgen Klopp sobre riesgos asociados al Coronavirus, el DT de manera contundente le aclaró que no era un tema de su conocimiento, ¡Qué gran lección!

Si permitimos que nuestros conocimientos en estos temas sean dictados por políticos, actores, futbolistas, “socialités” o por meras especulaciones periodísticas (hay periodismo con rigor investigativo, eso lo debe analizar cada lector), es perfectamente posible que la comunidad salga con crucetas, machetes y palos de escoba a evitar la entrada del coronavirus a su conjunto residencial.

Estoy convencido que los verdaderos zombis de esta generación son las falsas noticias o las noticias infladas y que algunos periodistas son sus profetas, asimismo, que el verdadero miedo no lo producen organismos microscópicos, sino las personas a quienes no les interesan los demás. Que juzgue el lector si lo dicho es aplicable al tema actual.

Desde la trinchera de la vida.

Líderes sociales: definición, contexto y mentiras

Los asesinatos en contra de líderes sociales y defensores de Derechos Humanos, están muy lejos de ser casos aislados presentados en algunas regiones aisladas. ¡Pilas! No es así. Tampoco se lo buscaron y no son delincuentes. Son colombianos que están arriesgando sus vidas por los intereses de una comunidad y simplemente los están exterminando…

Venga, no sea flojo, acérquese, tome asiento, por qué no, coja una pola y acerquémonos un poco a la definición de lo qué significa ser líder social, el contexto y desmintamos un poco las versiones oficiales al respecto.

Por, Aureliano

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