Editorial | Más allá de la piel

Eso es un tatuaje: una obra de arte y como tal, tiene la capacidad de trascender y de permanecer en el tiempo, concediéndose a sí mismo y a su autor el don de la inmortalidad.

Por, Rugidos Disidentes

Es verdad, muchas veces nos equivocamos y terminamos rindiéndole homenaje a la Nayibe o al Milton Yésid con un tatuaje que nos acompañará para siempre, aunque la relación con cualquiera de estos dos personajes se haya ido al traste a las tres semanas.

Podemos, también, con un trazo sobre nuestra piel, quedarnos con una frase motivacional que nos recuerde que la “Vida no es fasil” y así quedar atados para toda la vida a un mamarracho mal escrito que nos recordará todos los días la importancia de contar con un diccionario a mano.

El camino del arte no es –lo que se dijera– sencillo. Tampoco es para todos, pues este nace del alma y es transformado gracias a un talento, en algo maravilloso. Sin embargo, todo talento requiere cultivarse y nos exige esfuerzos y sacrificios, para demostrar que en verdad es nuestro camino, que vivimos para ello y estamos dispuestos a pasar hambre antes que abandonarlo. Básicamente, ser artista es de valientes.

Eso es un tatuaje: una obra de arte y como tal, tiene la capacidad de trascender y de permanecer en el tiempo, concediéndose a sí mismo y a su autor el don de la inmortalidad.

Quizás sea uno de las artes más complicados que existe, pues cobra vida en la piel ajena. En manos de un artista exponemos nuestro cuerpo con un solo fin: tener una huella imborrable de un momento, un lugar, un sueño, una persona. Aunque, no necesariamente estemos buscando otorgarle a aquel trazo un significado especial, simplemente podemos corresponder a ese derecho que tenemos de decidir sobre nuestro cuerpo sin dar explicaciones a nadie del por qué o del cómo. No obstante, por insulsa que sea la razón, debemos comprender que estaremos atados a aquel tatuaje hasta el final de nuestros días, básicamente, nos lo llevaremos a la tumba, salvo que alguna circunstancia aparatosa, como una mutilación o quemadura, así lo impida.

Es una práctica ancestral y, aún así, sus orígenes no se han definido de manera precisa. Ha transgredido culturas, ha permanecido perenne en el tiempo, se ha movido a su antojo por todo el mundo y ha servido de inspiración para la creación en otras manifestaciones artísticas.

Con ese trazo se adquiere una conexión simbólica en la que se conjuga al mismo tiempo, estética, sentimiento del tatuado y la interpretación que haga el artista de estas dos, dejando al mismo tiempo su sello personal.

Los prejuicios no han menguado el interés que el Tattoo despierta, alrededor de él existe una verdadera tradición de culto. Ha sido, también, objeto de estudio por parte de la academia para buscar, por lo menos, un acercamiento con sus orígenes y a algunas de las múltiples interpretaciones que permitan explicar el poder que este ha tenido en la humanidad. ¿Qué tanto podemos acercarnos a una interpretación medianamente acertada? No lo sabemos y quizás ahí radique su verdadero encanto, que es indescifrable, pues puede ser un acto de rebeldía cuando su motivación es contrariar a la institución o bien puede ser una manifestación de obediencia, cuando se hace requisito para ser aceptados en un movimiento religioso, militar o político.

En esta edición nos acercaremos a este mundo maravilloso que es el Tattoo, no con la pretensión de descifrarlo, pero sí con el fin de comprender, aunque sea un poco, su lenguaje.

¡Bienvenidos!  

 

 

El país de los siete E y la manzana del Edén

… carguen sus tarritos de agua, siempre que vayan a cualquier instancia judicial”

Por, Jessica Yulieth Chávez Molina

Pasados los días del oso mundial que “hicimos en París” gracias a nuestro jefe de Estado, el honorable enanito –¡perdón, perdón!, no hablo de Uribe–, ni más faltaba, les hablo de Duque y su entonada lírica (que aprendió muy bien después de su reunión con Maluma), ante la UNESCO, en la que el presidente electo de Colombia explicaba los principios fundamentales de la economía naranja: “siete notas musicales, siete artes, siete enanitos, mejor dicho hay muchas cosas que empiezan por siete”. Así lo manifestó, faltándole mencionar puntos como los sietes apóstoles, y la palabra principal que lo describe a ÉL, al ENANO ‘paraco’ y machista que maneja los hilos, ustedes ya saben de quién, ni más faltaba propiciar mi muerte con su mención.

Es increíble que se pretenda sustentar ante el mundo algo tan complicado y de muchísimo cuidado como la economía naranja, que al término, y en la jerga costeña sería algo así como: “economía naranja, para exprimirnos y jodernos” ¿Así o más claro el funcionamiento de este mecanismo que propicia los juegos del hambre en la República de Colombia?, aquella tan temida, para muchos, con que se convirtiera en una segunda Venezuela. Pero les informo, hoy no somos como el país vecino, sino como Colombia, una Colombia más jodida que ayer. ¿Se percatan de la importancia que tiene el voto popular y la experiencia en cargos públicos, sumado a estudios, que como bien se lo dijeron “no se realizan doctorados en 10 días”, para evitar precisamente que el país caiga en manos de incompetentes y gente tan recalcitrante como la que tenemos en los altos mandos?

A más de 100 días del mandato de Duque, Colombia se encuentra en un Estado de conmoción interna a cuenta de los paros nacionales organizados por las diferentes universidades públicas del país, exigiendo que se les garantice mayor financiamiento para optimizar el derecho a la educación, y Duque de rumba con Maluma, ¿bonito país, no?, ¿y la reunión con los estudiantes para cuándo? ¡Ah!, y por si fuera poco, María Fernanda Cabal sale a relucir su célebre frase: “¡Estudien vagos”!, tras preguntársele qué le tenía que decir a los estudiantes respecto a las marchas pacíficas que están llevando. Imposible sostener la cordura en este país de locos.

Ahora bien, hay otro punto inquietante por estos días del cual muy poco han hablado los medios de amplia circulación en Colombia: la muerte de los testigos en el caso de Odebrecht en nuestro querido país. El caso más reciente fue la muerte del testigo clave, el Ingeniero Jorge Enrique Pizano, quien presuntamente muere por un paro cardíaco el 8 de noviembre de 2018, ¿hasta aquí todo parece normal, cierto?, pero remontémonos un poco a la historia para saber quién era este señor, nada más y nada menos, que uno de los auditores del carretero Ruta del Sol II, en el que están involucrados consorcios colombianos y la empresa constructora brasileña Odebrecht, él buscaba la calidad de testigo especial por parte de EE.UU, a cambio de entregar información y material probatorio que incrimina de forma grave a diferentes presidentes, expresidentes y altos funcionarios en Latinoamérica, lo curioso es que Pizano resultara muerto. Aún se desconocen las causas de su deceso, puesto que, al parecer, fueron “naturales”. No obstante, esta teoría del caso dio un giro inesperado tres días después de su fallecimiento, en su escritorio se encontró una botella de agua saborizada que contenía cianuro y su hijo Alejandro Pizano la tomó, perdiendo también la vida, pero por envenenamiento.

Si bien es cierto que para muchos turistas Colombia es el Edén por sus mágicos paisajes,  no resulta menos cierto, que todos aquellos testigos claves que comen de la manzana, resultan muertos, y no precisamente por entrar en el pecado (…) Porque aquí, en el país del nunca jamás, se está tecnificando la criminalidad, ya eso de decapitaciones extrajudiciales, masacres, desapariciones forzadas, bombas, y muchos actos de terror (quedan estos como exclusivos para el proletariado), pasaron a la historia. Ahora el cianuro es el “hit” para silenciar a todos aquellos que puedan tocar a los intocables e indestructibles.

Aún tengo muchos interrogatorios más allá de toda duda razonable, ¿Qué hace aún bajo el cargo el Fiscal General de la Nación, el Dr. N. Humberto Martínez?, ¿Qué seguridad jurídica se puede presentar en Colombia, donde el fiscal que investiga a los corruptos es uno más de ellos, y ni hablar de sus subalternos? Todo esto resulta como la teoría del árbol envenado, una manzana daña al resto y deben ser excluidas por completo de toda investigación. En este orden de ideas, este señor se debe declarar impedido y Asonal debe ejercer la presión necesaria para que este renuncie. Así se mostraría, por primera vez en la historia, un ejemplo de coherencia y transparencia en una correcta administración de justicia.

Me llama la atención, en gran medida, el cinismo con el que habla el fiscal, en los siguientes puntos:

  1. El fiscal afirma: “Mis amistades no están por encima de la constitución”, yo le pregunto: ¿Por qué no denuncio este acto de corrupción grave, del cual tenía conocimiento de antemano?, y donde según él, sus amistades no están por encima de la constitución, ¿Qué intereses lo “obligaron” a olvidar tan grave situación?
  2. En la conversación vía telefónica que sostuvo con Pizano, este le decía que había unas irregularidades, es decir hablaba de unas coimas, a lo que el señor fiscal afirmó: “que se trataba de un asunto grave”, pero ya conocemos la historia, nuestro fiscal general sufre de Alzheimer selectivo (…). Es un peligro para la vida y la integridad meterse con los intocables, ya se sabe la suerte que tienen aquellos que comen de la manzana con cianuro (…) Por eso muchos optan por ser, al mejor estilo de Shakira, ciegos, sordos y mudos, no precisamente por no tener los pantalones que ameritan estos casos, sino porque el Estado es un incompetente para garantizar seguridad de quienes la ameriten, Colombia es un país gobernado por paracos al que le queda grande, en este orden de ideas, garantizar derechos. Aquí no nos encontramos en un Estado social de Derecho, sino en la peor de las dictaduras de la historia de nuestro país, disfrazada de un folclore de “paz”, una paz sin garantías, ni derechos para las víctimas.

No resulta extraño que sigan apareciendo muchos más muertos relacionados con el caso de Odebrecht, sin olvidar a nuestros líderes sociales. Por eso les hago una muy sentida invitación: carguen sus “tarritos” de agua, siempre que vayan a cualquier instancia judicial.

¡Ya uno aquí en Colombia, no sabe ni porque lo quieren matar!

 

Por, Jessica Yulieth Chávez Molina

(Sincelejo-Sucre)

Abogada en curso

Corporación universitaria del caribe Cecar

Jessica.chavezm@cecar.edu.co

Editorial | La dictadura escondida

La sabiduría muchas veces crea individuos egoístas y mezquinos capaces, en su sentir, de organizarlo todo y de imponer una directriz, porque a su parecer, nadie más lo hará como ellos.

Por, Rugidos Disidentes

Es más aterrador el lado conservador de aquellos que se muestran como liberales, que el radicalismo que hacen manifiesto, desde un principio, aquellos que aún defienden las buenas formas y las sanas costumbres.

Los primeros suelen ser más peligrosos, pues su disfraz de tolerancia e inclusión gana la confianza de quienes se encuentran a su alrededor. No es para menos, su discurso, muchas veces alimentado por un altísimo nivel intelectual, logra dejar huella. Se convierten, de esta manera, en fuentes confiables y autorizadas sobre un tema en particular. Nos engañan, permiten que las opiniones contrarias se expresen para luego, simplemente, ignorarlas o despreciarlas por no estar a su misma altura de conocimientos.

No podemos hablar de tolerancia sin abrir un espacio para el debate y la discusión de ideas. Todos poseemos saberes particulares adquiridos, bien sea por una formación académica, por la experiencia o por la combinación de estas dos. La acumulación de conocimientos no es garantía, necesariamente, de un verdadero proceso pedagógico y de transformación. Sin estos, la sabiduría solo es un trofeo que se exhibe como intocable en una vitrina vanidosa de uso ornamental. Terminan siendo, tristemente, una biblioteca en cuyos anaqueles reposan verdaderos tesoros empastados, que jamás sentirán el placer de ser hojeados, simplemente, porque se reserva el derecho de admisión.

La sabiduría muchas veces crea individuos egoístas y mezquinos capaces, en su sentir, de organizarlo todo y de imponer una directriz, porque a su parecer, nadie más lo hará como ellos. Hablan de democracia, pero cuando su poder se ve amenazado abren las fauces y cierran todas las puertas al pensamiento disidente. Todo será una panacea, siempre y cuando, la voluntad ajena acate su voluntad sin protestar.

De este tipo de personajes están plagadas la sociedad, la política y la vida. Individuos que, quizás con la mejor intención, son incapaces de atender a las necesidades y los argumentos ajenos. En ese orden ideas, llevar un proceso social a feliz término, no solo es una odisea, sino que resulta una misión imposible.

En el amor y otros escenarios personales de relación social también pululan estos individuos que, detrás de su trato racional, esconden a verdaderos verdugos machistas y dominantes, que someten a sus parejas a una manera de maltrato muy difícil de detectar y, mucho más aún, de comprobar. Así, de esta manera, si el vínculo emocional termina, ellos siempre quedarán como los mártires que lo dieron todo y comprendieron hasta el final a su pareja.

Así ha sido nuestra realidad política que, además del prontuario criminal de muchos de sus representantes, también ha estado invadida por personajes egresados de las grandes facultades que han gobernado detrás de un escritorio. Para ellos no existe el conocimiento adquirido por las comunidades gracias a su propia experiencia. Para ellos y su equipo de expertos solo existe una forma de hacer las cosas: la que ellos determinen como la mejor para el bien de todos.

Su virtuosismo para conquistar a sus interlocutores les da cierta legitimidad, los hace una fuente confiable y en los portavoces oficiales de la historia, mientras que sus opositores pasan desapercibidos o quedan a perpetuidad en el costado de los resentidos y marginados.

Cada sujeto tiene un saber, una experticia, una vocación, como también unas necesidades, una expectativa de vida y ante todo un sueño que desea realizar, que con el correcto acompañamiento, podrán llevar a cabo.

En Rugidos Disidentes le apostamos al saber particular, a ese que permite construir  y desarrollar escenarios diferentes de discusión, en los que la capacidad y el potencial de cada uno, no solamente sean tenidos en cuenta, sino que también sean fortalecidos.

Como cualquier organización nos regimos por unos parámetros, que en nuestro caso, tienen como principios innegociables, la lealtad, el respeto, la disidencia y la calidad. Por nuestras venas corren deseos de revolución, resistencia y de enfrentarnos al mundo con nuestra capacidad de soñar.

Al fin y al cabo, con miles de errores, con cientos de caídas y una que otra crisis hemos fortalecido nuestro rugido y hoy, después de cuatro años, podemos gritar con vehemencia: “disidentes: aquí estamos y nuestra labor no pasará desapercibida”.

¡Bienvenidos a la Edición Trece!

Editorial | Censura y dictadura moral

¿Quiénes son “ellos” que intentan enseñarnos cómo vivir, mientras nos roban, nos asesinan y nos silencian?

Por, Rugidos Disidentes

Lo bueno y lo malo. Lo correcto y lo incorrecto. Lo moralmente aceptado y lo que es  una aberración moral. ¿Quiénes son “ellos” que intentan enseñarnos cómo vivir, mientras nos roban, nos asesinan y nos silencian? ¿Quiénes somos “nosotros” para permitir que se silencie aquello que expone una identidad distinta?

Cual si fuéramos un teléfono celular recién salido de fábrica con un paquete de programas predeterminados, instalados por defecto, para garantizar un funcionamiento medianamente decente, llegamos a este mundo. Respiramos, sentimos, lloramos, reímos. No sabemos defendernos por nuestros propios medios cuando ya estamos bautizados en una fe y con ese acto, sin ser conscientes de nuestra hazaña, hemos derrotado a eso que llamaron el “pecado original”.

Nuestros padres nos inculcan nuestros primeros valores, nuestras primeras normas. Gracias a ellos, o a quienes hagan sus veces, llegan a nuestros oídos esos primeros sonidos musicales. En últimas está bien, de lo contrario seríamos desde la infancia un recipiente vacío.

Así como personalizamos nuestro teléfono celular, empezamos a formar nuestro carácter. Ya un poco más grandes, buscamos afanosamente algo que nos identifique. Muchos cambian de religión o de fe. Buscamos géneros literarios y musicales con los cuales identificarnos. Ese niño que se formó con conceptos externos empieza a interiorizar unos propios. Claro, con algunos de eso valores iniciales ha de quedarse, pero también, de una buena parte ha de desprenderse.

Ahora bien, ¿debería importarnos las elecciones de vida individuales que cada sujeto toma para su vida, si gusta del rock o del reguetón, si es católico, protestante o ateo, si es homosexual o heterosexual? ¿Somos realmente adalides de moral y de buen comportamiento para atrevernos a juzgar y condenar al otro, porque simplemente se expresa de manera diferente a la nuestra? La respuesta es clara: NO, un rotundo NO.

La opinión de Marco Fidel Ramírez, concejal de Bogotá que desde siempre ha tratado de liderar una cruzada en contra del rock, por fin logró hacerse escuchar y con ella se abre un peligroso camino cargado de censura y de silencio. La institucionalidad del Distrito encontró la forma de detener la presentación de Marduk, aduciendo falta de permisos del sitio donde se realizaría el concierto de la agrupación sueca de black metal, sin embargo, no es muy difícil deducir que la razón de fondo fue la opinión de un sector conservador que prefiere prohibir que abrir espacios, el mismo que prefiere quemar libros en vez de formar lectores, el mismo que piensa que lo correcto está en parecer un ciudadano de bien –quién sabe bajo que parámetros–, que realmente serlo y demostrarlo.

Como sociedad estamos lejos de la mayoría de edad y seguimos en persecución de los herejes, porque es más fácil perseguir a unos cuantos, que hacerle frente a los verdaderos causantes de nuestros fracasos como sociedad.

En Colombia la moral es más importante que la ética. No hemos aprendido a convivir con la diferencia. Juzgamos, condenamos y satanizamos prácticas culturales como si la libertad del otro nos asustara, nos causara pus. El libre desarrollo de la personalidad no ha dejado de ser un verbo inerte que reposa en el artículo 16 de nuestra constitución.

Lo preocupante no es que un concejal en compañía de grupo de personas expresara su opinión en contra de una presentación musical que, a juicio de ellos, era inapropiada. Estaban en su derecho. Lo que resulta preocupante que dichas opiniones llevaran a la cancelación del concierto, buscando inconsistencias en el trámite del evento ante el Distrito. Lo reprochable es que tengamos que pedir permiso para elegir qué podemos y no escuchar.

Hablando en términos religiosos, no es pecado manifestar nuestro rechazo ante las opiniones, discursos y prácticas culturales que no son de nuestro agrado. Lo que sí es un agravio es la imposición de nuestras creencias a cualquier precio, la persecución y ese afán constante de silenciar al otro y anularlo como individuo.

Una democracia se construye sobre la disidencia, no es un comité de aplausos. Todo lo contrario, es un escenario de debate constante y no un ritual donde todos levantamos el corazón y aceptamos la voluntad de un líder.