Contradicciones y arbitrariedades

Contradicciones y arbitrariedades

Somos nefastos al momento de juzgar la vida ajena, tomamos los rumores como ciertos, un instante observado nos resulta suficiente para sentenciar a un individuo.

Por, Andrés Angulo Linares

Juzgamos con profundidad y drasticidad las actuaciones de nuestros semejantes, ante las propias, somos benévolos y comprensivos.

Somos arbitrarios en nuestros conceptos, evaluamos las decisiones ajenas desde nuestra propia escala de valores, aun cuando sabemos que está condicionada por nuestras circunstancias, que por lo tanto no es del todo confiable y, mucho menos, poseedora de toda verdad.

Hablamos de lo correcto y de lo inmoral con la misma propiedad falaz con la que lo hace un líder religioso.

Los ateos niegan la existencia de dios y maldicen los tratados de la biblia por considerarlos opresores y graves afrentas a la libertad. Sin embargo, sus sentencias son tan jodidamente arbitrarias que parecen tomadas de ese “sagrado” libro.

La incoherencia de los fanáticos religiosos deja al desnudo el odio que por dentro cargan. Son capaces de lamer –en increíble acto de obediencia y de “amor” a dios– los tobillos de alguien que ha sido, según ellos, ungidos por aquella deidad, mientras que al mismo tiempo, escupen en el plato del más necesitado.

El amor del que tanto hablan solo es posible entre aquellos que, como ellos, son borregos, jamás podrá ser para los herejes que rompimos filas o que por circunstancias de la vida y de la sociedad, ocupamos un escalón inferior en esa cadena alimenticia que ubica a unos como presas y a otros como depredadores.

Somos incoherentes y Juzgamos a conveniencia, creemos tener la verdad en nuestros labios y no titubeamos al momento de condenar a otros por actuaciones propias del ser humano.

No estoy hablando de delitos, me refiero simplemente a aquellas acciones que nos muestran qué tan frágiles podemos ser ante nuestras pasiones.

Creemos que para vivir es necesario consultar ese manual que nadie ha visto, pero que nos dicta paso a paso qué leer, qué escuchar, cómo vestir, cómo amar, para lograr ser –eso que alguien llamó– “personas de bien”.

Nos rasgamos nuestras ropas ante las agresiones sexuales sufridas por las mujeres, pero no perdemos chance para invadir el espacio privado de aquella mujer que nos habló con cierta confianza. Creemos que contamos con el derecho de invadirla, solo porque somos hombres y a ese instinto debemos corresponder de manera primitiva, porque el que es macho propone y ellas son las que disponen.

Nos indignamos ante la injusticia social, pero queremos gozar de los  beneficios que nos otorgan nuestro oficio, profesión o rango en una empresa.

Lloramos a los muertos, en la medida que estos sean mediáticos, para que nuestra compasión pueda ser calificada como humana. A los anónimos no, a esos pa’ qué, a los pobres tampoco. El compadecerse por ellos, nos dejaría, ante esos que queremos impresionar, como unos mamertos comunistas.

Olvidamos fácilmente que somos humanos, que nos regimos por nuestras  emociones. Si bien es cierto, hay prácticas detestables como el abuso sexual, el asesinato, el robo, entre otras, y que ante estas no podemos pasar como cómplices silenciosos y que es nuestro deber esforzarnos para que sean erradicadas, también lo es, que debemos cuestionar nuestro comportamiento, pues con él, quizás sin darnos cuenta, por acción u omisión, con nuestro voto o con nuestra indiferencia, podemos estar contribuyendo a estos flagelos que nos derrotan como sociedad.

No tenemos la verdad de nada, somos humanos. Simple. Hay cosas que se salen de nuestra comprensión, entre ellas nuestras creencias y el amor. Dentro el ejercicio de respeto, de tolerancia y aceptación que debemos tener como sociedad, la arbitrariedad con la que a veces juzgamos las vidas ajenas debe ser extinta.

La manera más sencilla y efectiva que tenemos para contribuir a la sociedad, es la de mirarnos primero hacia adentro. No se trata de ser complacientes, se trata de guardar el mínimo respeto hacia las decisiones de quienes nos rodean, pues en últimas, somos de la misma especie y no sabemos en qué momento nuestra escala moral nos traicione y seamos nosotros, entonces, quienes estemos bajo el juicio ajeno.

Sobre el miedo y otras baratijas

Sobre el miedo y otras baratijas

A los más jóvenes les cuento que el 6 de junio de 1996 se iba a acabar el mundo y el diablo se iba a llevar a los no bautizados.

Por, Burrócrata

El cine nos muestra que un hombre con decisión puede cambiar el rumbo de su destino, el rumbo de su gente y hasta el rumbo de la humanidad, pero los hechos me hacen pensar que las personas tienden a actuar según los lleve la ola, ya sea por indignación, por efusividad o por miedo.

A veces siento que John Connor es un pobre pendejo comparado con un ciudadano del común en estos días, soy menor de 40 años, pero en lo que recuerdo he sobrevivido, entre otros, a los siguientes eventos: 

La crisis de los 666: “A bautizarse que llega el demonio”, a los más jóvenes les cuento que el 6 de junio de 1996 se iba a acabar el mundo y el diablo se iba a llevar a los no bautizados, la gente corrió a bautizar a los niños, la gente quería estar confesada y a las 6 de la tarde no se movía una aguja. Luego, como no ocurrió nada, comenzaron a hacer otro tipo de cuentas, que por el antiguo calendario era en septiembre, que Nostradamus dijo y desdijo… En fin, cada vez que sale un hecho que suene a desastre, la gente lo encuadra con las dichosas profecías de ese señor.

El nuevo milenio nos iba a dejar sin computadores, todo gracias al Y2K… para mi generación ese era el T-800 porque nos podía dejar sin bancos, sin datos, sin sistemas y todo lo que ello pueda suponer, y efectivamente hubo problemas: en España dejaron de funcionar algunos parquímetros, sonaron algunas alarmas, hubo algunos problemas de fechas… pero sobrevivimos como especie dominante en el planeta (cita de la película Godzilla).

Los mayas llegaron más lejos… Se les produjo su propia película: 2012, todo por cortesía de una mala lectura de su calendario. Expertos en su momento explicaron que el cambió de era Baktún (medida de tiempo), sin embargo, el miedo en sectores del mundo fue evidente, incluso Chichen Itzá estaba llena para recibir el cambio de era.

Ahora bien,  lo más visto en cuanto a posibles fines del mundo son las enfermedades, hemos visto la de las vacas locas, el H1N1, H5N1 (gripe aviar) el SARS, MERS (que médicamente hablando es otro tipo de coronavirus) y el ébola, entre otras tantas. Hay que decirlo: Son enfermedades mortales, que no pueden ser subestimadas y que requieren medidas de contención, que por ser nuevas en el hombre son de cuidado y requieren un tiempo para poder conocerlas y combatirlas efectivamente.

No obstante, ninguna de ellas supuso una posible extinción de la especie o un nivel de mortalidad tal que pudiera generar una parálisis en el devenir social, creo que el deber de nosotros como ciudadanos ante cada enfermedad contagiosa es informarnos realmente de los conocedores en la materia, evitar caer en el pánico, atender las recomendaciones de las autoridades sanitarias, eso sí, sin caer en exageraciones.

Subirse en un transporte público y ver a todo el mundo con tapabocas muestra que el miedo nos gobierna, no se trata de que no se use el tapabocas, sino que, como han dicho los expertos, son las personas que tienen síntomas asociados los que deben efectivamente usarlos.

Acabar con los tapabocas, con los desinfectantes y demás productos asociados puede hacer que aquellos que los requieran no los puedan conseguir o se les hagan muy costosos, eso solo agrava el problema. 

Sé que los noticieros no ayudan, pero hay prácticas informativas saludables, por ejemplo, en España los temas en medios son expresados por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, quitando el tema político y dejándolo donde debe ser, en un tema médico-científico.

A veces los seres humanos queremos oír voces de lo que sea para lo que sea, solo por alimentar alguna esperanza, algún rumor, algún miedo… Por ejemplo, a algún brillante periodista le preguntó a Jurgen Klopp sobre riesgos asociados al Coronavirus, el DT de manera contundente le aclaró que no era un tema de su conocimiento, ¡Qué gran lección!

Si permitimos que nuestros conocimientos en estos temas sean dictados por políticos, actores, futbolistas, “socialités” o por meras especulaciones periodísticas (hay periodismo con rigor investigativo, eso lo debe analizar cada lector), es perfectamente posible que la comunidad salga con crucetas, machetes y palos de escoba a evitar la entrada del coronavirus a su conjunto residencial.

Estoy convencido que los verdaderos zombis de esta generación son las falsas noticias o las noticias infladas y que algunos periodistas son sus profetas, asimismo, que el verdadero miedo no lo producen organismos microscópicos, sino las personas a quienes no les interesan los demás. Que juzgue el lector si lo dicho es aplicable al tema actual.

Desde la trinchera de la vida.